"Uno se enamora lentamente de Roma, poco a poco, pero para siempre" (Nikolai Gogol)

sábado, 16 de octubre de 2010

La auténtica fascinación que produce Roma


Miren; después de tantos viajes a Roma tengo muy claro que la auténtica fascinación que produce esta ciudad es que uno no sabe qué se va a encontrar al doblar una esquina. Son tantos los episodios históricos que rezuman en sus calles que uno siente que al pasear por allí se le abren amenos libros de historia.

Está claro que la basílica de San Pietro, la plaza vaticana, el Coliseo, el Moisés, la plaza Navona, la fontana de Trevi, etc, son joyas del patrimonio mundial, monumentos que atraen a millones de turistas al año. Por sí solos merecen la pena ser visitados y disfrutar de ellos, pero en una gran mayoría no merecen más que una visita, dos a lo sumo, para continuar el periplo turístico por todo el mundo.

Sin embargo, la fascinación más genuina que en mí produce Roma viene del encanto de las pequeñas cosas, de la capacidad que tiene la ciudad para sorprenderme con lo que en muchos casos pasa desapercibido. Roma es así y comencé a disfrutar de ella de verdad en mi segundo o tercer viaje, cuando dejé a un lado el típico programa de visitas de 'a esta hora en el Vaticano, después vamos corriendo a los foros imperiales y si nos da tiempo, al Coliseo'. El mayor placer que produce en mí Roma es descubrirla en su intimidad, perderme en sus calles sin muchas veces buscar nada concreto.

Sólo de esta forma es como se puede saborear el encuentro con una pequeña fuente, con un viejo pilar o un capitel de la época de los césares, o con la fachada de un palacio barroco ante la que he pasado decenas de veces sin haberme fijado en sus detalles. Sí, ya sé que alguien podría decirme que es como coger la paja y tirar el grano, pero es que cuando uno se ha atiborrado a grano, no pasa nada por sacarle partido a esa paja que a veces se desprecia.

Con esa filosofía es con la que cualquiera puede disfrutar de pequeños inolvidables rincones del casco histórico de Roma. Uno va caminando por el rione Pigna, desde la Vía del Corso en busca del Pantheón, tomando la vía Lata -sí, en la que en otro artículo dije que estaba la fuente del Facchino o del barrilete;- continuando por la vía di Santo Stefano del Cacco, unos metros antes de llegar a la iglesia de Santa María sopra Minerva, -templo de enorme interés por ser el único de estilo gótico en Roma y que además tiene una excelente escultura de Miguel Ángel, el Cristo Redentor-, se encuentra con el pie de mármol. Lo normal, es que al verlo en la esquina de la calle a cualquier le salga de dentro una expresión constantemente repetida: "¡Ahí va! ¿Y eso que es? ¡Vaya pedazo de pie!"

Leyendas para turistas son aquellas que dicen que el pie de mármol pertenecía a la estatua de Nerón que fue colocada junto al anfiteatro de los Flavios, es decir, el Colosseo, que recibe ese sobrenombre precisamente por las dimensiones de la estatua, todo un coloso, de ahí Colosseo. Pero no. Sí parece que el pie pertenecía a una enorme estatuta del templo de Iseo Campense, que cuando fue descubierto se colocó en otro sitio y que finalmente acabó allí, sobre su pedestal para admiración de todo el mundo.

Hay quien apunta que pueda tratarse del pie de una mujer. Puede ser también el de un hombre. Su observación permite que sepamos algo sobre el calzado que utilizaban los romanos, o las romanas, unas sandalias de buena factura, cuyas tiras se unen en el empeine.

Estamos en una zona muy tranquila del casco histórico, un lugar realmente sorprendente para una ciudad tan caótica como Roma; una vez repuestos de la sorpresa de encontrarse con el impresionante pie que da nombre a la calle, no dejen de pasear en dirección a Santa María sopra Minerva y contemplar los alrededores. No recuerdo quien decía que si nos fijamos en los escaparates de algunos de los comercias que por allí se concentran, estaremos ante una auténtica 'Pasarela Cibeles de la ropa y complementos eclesiásticos'. El gran Enric González, en sus 'Historias de Roma' cuenta que en el número 34 de la vía de Santa Chiara, entre Santa María sopra Minerva y la piazza Navona, se viste el Papa Benedicto XVI, así como muchos cardenales y anteriores pontífices, es decir, alta costura la de Gamarelli -así se llama el negocio- para la curia romana.