"Uno se enamora lentamente de Roma, poco a poco, pero para siempre" (Nikolai Gogol)

lunes, 13 de septiembre de 2010

La Roma polarizada


La polarización en Italia es una seña de identidad y Roma no es ajena a ese clima a veces extremo en el que necesariamente ‘se tiene que ser de algo’, situarse frente a alguien en aficiones o planteamientos ideológicos, sociales y económicos.
Ya sé que esto es habitual en todo el mundo pero en Italia, y por supuesto en Roma, todo ello se vive con gran pasión. El fútbol, el calcio, es uno de esos aspectos que polarizan de forma extrema Roma. Siempre digo que lo que un romano siente por su equipo y la animadversión que le produce el gran rival sólo podría ser comparable en España con la rivalidad existente en Sevilla entre béticos y sevillistas, pero en Roma es todavía más extrema entre laziales (aficionados de la Lazio) y romanistas (tifossi de la Roma). Lo que pocos españoles conocen es que tanto o más rivalidad puede existir entre los otros dos equipos más modestos de la ciudad eterna, la Cisco Roma, rebautizado como Atlético Roma, y la Lodigiani.
Roma y Lazio comparten el mismo estadio, el Olímpico, situado al pie de Monte Mario, junto al río Tevere y en el área conocida como el Foro Itálico, uno de los espacios urbanos creados por los arquitectos de Mussolini.
La Lazio la fundaron en 1900 un grupo de militares, gente bien que deslumbrada por los primeros juegos olímpicos de la era moderna, celebrados en Atenas, decidieron utilizar para su equipo los colores de la bandera griega, el azul y el blanco. En el escudo colocaron uno de los símbolos militares de la antigua Roma, de las invencibles legiones que conquistaron el mundo, el águila.
Pero los laziales no se comieron un colín, en forma de campeonato italiano, en aquellos primeros años de su historia. Las victorias siempre iban a parar a los más poderosos equipos del norte de Italia. Cuando llegaron al poder los fascistas de Mussolini consideraron necesario, en su imaginario de recuperación del pasado esplendoroso de Roma, que la ciudad eterna tuviera una squadra competitiva, capaz de ganar el scudetto. Intentaron por todos los medios fusionar a los distintos equipos que había en la ciudad pero viendo que aquello era imposible se inventaron a la Roma con varios de estos equipos pero sin que apareciera en esa unión la exquisita Lazio. Era el año 1927 y nació la rivalidad entre la Roma, el equipo de las clases populares, y la Lazio, la squadra de la gente bien. La Roma adoptó los colores de la ciudad, el rojo y el amarillo, y en su escudo se representó a la loba amamantando a Rómulo y Remo, los fundadores de la ciudad.
Ya que hablo de los dos hermanos, y teniendo en cuenta que Rómulo fue el primero de los siete reyes que a lo largo de la historia ha tenido Roma, se dice que el fútbol ha dado al ottavo re, el octavo rey de la ciudad, que no es otro que el romanista Francesco Totti.
Otro ejemplo de rivalidad romana es la que protagonizan la Cisco Roma y la Lodigiani, equipos menores pero que se profesan una común animadversión. No faltan pintadas por toda la ciudad escritas por los aficionados radicales de ambos equipos en las que se puede leer ‘Cisco merda’ o ‘Lodigiani pezzo di merda’. En este caso la rivalidad tiene otras connotaciones pero no deja de ser intensa. Ambos equipos funcionaron como uno solo, la Cisco Lodigiani Roma pero acabaron separándose en 2005; antes de su unificación ya habían funcionado por separado lo que aporta a la historia momentos de encuentros y desencuentros diversos, es decir, caldo de cultivo excepcional para favorecer la pasión más exacerbada.
Lo curioso es que en estos momentos la Cisco, hoy renombrada como Atlético Roma y habiendo asumido el color azul marino para su uniforme, y la Lodigiani, que se mantiene fiel al color rojo granota, no coinciden en la misma categoría. La Cisco está en la serie C, el equivalente a nuestra segunda division B. La Lodigiani está en categoría regional. Pero ¡ay del día en que coincidan en la misma categoría y tengan que disputar la stracittadina, el derbi capitolino de los más modestos.

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