"Uno se enamora lentamente de Roma, poco a poco, pero para siempre" (Nikolai Gogol)

martes, 14 de septiembre de 2010

La Roma mordaz


La Roma de los turistas, de la belleza de más de dos mil años de historia, no tiene nada que ver con la Roma más romana, la del día a día, la de los problemas cotidianos y la incomodidad de los servicios públicos, la del tráfico caótico y la suciedad acumulada desde los primeros siete reyes laciales de la Urbe. Es una Roma menos bella, pero más auténtica, menos teatral.
Todos esos problemas acumulados a lo largo de la historia han forjado el carácter de los romanos. Pueblo mediterráneo por excelencia, hasta ahora han resistido en lo más profundo de su idiosincrasia el embate de la identidad anglosajona. España ha sucumbido antes perdiendo buena parte de ese carácter mediterráneo y desgraciadamente Italia no tardará en hacerlo. Los jóvenes están cada vez más globalizados, y eso es triste. Todavía hoy da gusto entablar una conversación con ancianos capitolinos; no hace falta dirigirse a ellos puesto que ellos mismos comenzarán a hablar en el autobús, en el tren, en el supermercado o en la calle.
Es con la conversación y la observación como se puede notar el carácter mordaz de los romanos. Con una historia llena de esplendor y de decadencia, ante los malos tiempos el romano se ha defendido, o más bien, ha empleado la mordacidad, la ironía, el sarcasmo y el ingenio.
Hay muchos ejemplos pero voy a dar tres de distintas épocas para que pueda entenderse a la Roma mordaz que hoy convive con la Roma de la belleza y de los turistas.
En el año 1943 la ciudad estaba ocupada por los nazis. El Gran Consejo Fascista había defenestrado a Mussolini por sus constantes errores al meter a Italia en la Segunda Guerra Mundial y llevarla al desastre. Roma fue declarada Città Aperta, es decir, ciudad abierta, para no convertirla en una Stalingrado y que se perdieran la gran cantidad de obras de arte y monumentos que en ella hay.
Una vez que americanos e ingleses desembarcaron en Sicilia y, sobre todo, en Salerno, muy cerca de Nápoles, el objetivo inminente era la conquista de Roma, gobernada entonces con mano militar por los nazis, quienes la invadieron para evitar que cayera en manos aliadas al ser derrocado Mussolini. Fue así como comenzaron los bombardeos estratégicos americanos e ingleses sobre Roma; se buscaba cortar las vías de comunicación y de abastecimiento de las tropas alemanas. Por eso los bombardeos se centraron en la zona del barrio de San Lorenzo para destruir las principales estaciones ferroviarias. Pero aquellas bombas no eran inteligentes y cayeron sobre la zona universitaria y sobre decenas de bloques de viviendas produciendo millares de víctimas mortales entre la población civil. Fue entonces cuando apareció una pintada en un edificio bombardeado que muestra la mordacidad de los romanos. Escrita en perfecto romanesco trataba de dar ánimos en la desesperada situación de Roma: “Meio l’americani su la capoccia, che Mussolini tra li coioni”, que traducido es “Mejor los americanos sobre la cabeza, que Mussolini entre los cojones”. Simplemente, genial.
La segunda también procede de la Segunda Guerra Mundial. Americanos e ingleses desembarcaron en Anzio, a unos sesenta kilómetros de Roma con la idea de formar una bolsa que encerrara a los alemanes en la línea Sigfrido y en los montes Albanos, y además, tener un acceso cómodo para la reconquista de Roma.
El desembarco se celebró entre los romanos que pensaban que la liberación era cuestión de horas. Pero un error estratégico del general estadounidense que desembarcó en Anzio permitió a los alemanes concentrar un enorme contingente de tropas en los alrededores de Anzio, y allí se estancó el frente durante varios meses en una batalla más propia de la Primera Guerra Mundial. Ni que decir tiene que los romanos vivieron aquellos largos días con desesperación porque la ciudad seguía ocupada mientras que los aliados se encontraban a las puertas sin avanzar. Incluso podían escuchar perfectamente las explosiones de la artillería: Tenían la miel en los labios pero no podían saborearla. Fue entonces cuando apareció en el Trastevere la pintada más mordaz: “¡Americanos, resistid! ¡Pronto llegaremos a liberaros!”
La tercera es más reciente. Data de las elecciones políticas que tuvo Italia en abril de 2008. Por aquel entonces el candidato conservador Silvio Berlusconi tuvo una de sus frases antológicas, que como sus gestos o sus actuaciones pasarán a la historia del histrionismo político. Dijo que el que no le votara a él, sencillamente era un gilipollas, palabra que en italiano es ‘coglioni’. Por eso, en el mitin de cierre de campañas del centro izquierda en Roma muchos asistentes acudieron con camisetas identificativas: “Siamo i coglioni di Roma”, es decir, “Somos los gilipollas de Roma”.

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