"Uno se enamora lentamente de Roma, poco a poco, pero para siempre" (Nikolai Gogol)

jueves, 30 de septiembre de 2010

Facchino o los encuentros insólitos en Roma

A Il Facchino le da el sol de cara en las soleadas tardes romanas. A veces, cuando el calor aprieta y el sudor se nos hace insoportable, nos lo encontramos en la pared del Banco di Roma, junto a la Vía del Corso, y es una auténtica bendición porque por mucha canícula que haya, Il Facchino siempre nos da sensación de frescor.
Yo prefiero llamarlo la fuente del barrilete. Ya hablé de ella en un capítulo anterior cuando escribí sobre el agua de Roma, y tengo que reconocer que es de mis favoritas. Quizá lo sea porque al estar junto a la Vía del Corso, una de las pocas en las que no hay fuentes en Roma, su presencia allí se hace de lo más agradable para combatir la calorina. Es cierto que uno se va de compras por una de las principales arterias comerciales de la ciudad, si no la que más, y, sobre todo si es verano, llega un momento en el que la sed aprieta por lo que se acaba buscando desesperadamente una fuente. Si en esos momentos se está cerca de la piazza Venezia, la solución es Il Facchino, nuestro buen amigo el del barrilete por el que nunca deja de manar agua.
Si se me permite un inciso, quiero terminar de aconsejar en cuanto a la búsqueda de fuentes en las inmediaciones de Vía del Corso. Si se está a la mitad de la calle, al altura de piazza Colonna y del parlamento, la fuente más próxima está en la cercana plaza de San Silvestro. Si se esta más próximo al otro extremo de la calle, el de la piazza del Popolo, el consejo es cruzar la magnífica plaza y junto a la basílica de Santa María del Popolo saciar la sed en la fuente allí existente.
Pero había comenzado a escribir sobre ‘mi buen amigo’ il Facchino. Resulta que ahí donde la ven ustedes, un tanto semioculta en la pared del edificio del Banco di Roma, en una de las bocacalles que salen de Vía del Corso, es una de las estatuas parlantes de Roma, aquellas en las que en tiempos del gobierno de los papas sobre la ciudad eterna, para evitar la represión existente contra las voces discordantes, los romanos ponían por escrito sus proclamas y reivindicaciones en una serie de estatuas que había en la ciudad. Una de ellas era, y sigue siendo la de Pasquino, y otra, la de Il Facchino.
Antiguamente la estatua del barrilete estaba situada en el Corso, pero acabó siendo colocada donde hoy la vemos, en la confluencia de Vía del Corso con la Vía Lata.
Se sabe que esa escultura fue construida en torno a 1580 y que estaba basada probablemente en un diseño de Jacopino del Conte. La estatua representa a un hombre, que sostiene un barril. Es la más joven de las seis estatuas parlantes de Roma.
Parece claro que la escultura representa un aguador; de hecho, fue al parecer la corporación de aguadores la que encargó el diseño de la estatua a Del Conte. pero también hay quien sostiene que pudiera representar tanto a Lucero como a Abbondo Rizzio, un portero que murió mientras transportaba precisamente un barril. De hecho, la palabra italiana ‘facchino’ se refiere a alguien que porta o transporta pesadas cargas. Por ejemplo, un mozo de estación es un facchino.
De aquel portero, Abbondo Rizzio, la estatua tomaría el nombre de Il Facchino puesto que según un epígrafe a él dedicado, portaba al morir un barril de vino a la espalda, y otro dentro de su cuerpo. Es por esta razón que muchos romanos conocen a Il Facchino como la fuerte del portero.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

¿Tren, autobús o taxi? La llegada a Roma


Este artículo voy a dedicarlo a información práctica para aquellos que quieran visitar Roma y en concreto a uno de los aspectos que más preocupan a los viajeros, que es el desplazamiento desde cualquiera de los dos aeropuertos al centro de la ciudad.

Convengamos que el medio de transporte más utilizado para viajar a Roma desde España es el avión, sobre todo teniendo en cuenta los precios que están ofreciendo las distintas compañías aéreas. Evidentemente para quienes contraten un viaje organizado por mayoristas del sector turístico, el problema del transporte desde los aeropuertos al hotel no suele existir ya que en el paquete contratado se incluye ese aspecto y el traslado se realiza, tanto a la ida como a la vuelta, en un autocar que le lleva al viajero a la misma puerta del hotel y a la de la terminal aeroportuaria.

Otras posibilidades de viaje a Roma son más minoritarias: el tren desde España es muy caro y para viajar, por ejemplo, desde Madrid es necesario tomar un tren hasta Barcelona; otro desde la Ciudad Condal hasta Milán, y por último, otro desde la capital lombarda hasta Roma. Muy costoso y con una duración desmesurada. Otra posibilidad es la del coche particular y también está la del barco, desde Barcelona o Valencia hasta Civitavecchia, pero desde luego, no es lo más habitual.

Roma tiene dos aeropuertos, el 'Leonardo da Vinci', conocido también como el de Fiumicino por la localidad en la que se encuentra, junto a la costa del mar Tirreno y a menos de 30 kilómetros del centro de Roma; y el de Ciampino, en la localidad del mismo nombre. El de Fiumicino se encuentra al oeste de Roma y el de Ciampino en el sureste. El primero es un aeropuerto internacional y a él suelen llegar las principales compañías aéreas. El segundo es más antiguo y pequeño y suele ser el utilizado por las compañías de vuelos de bajo coste.

Si el viajero aterriza en el aeropuerto de Fiumicino tiene tres posibilidades para desplazarse al centro de Roma. Si elige la del taxi, el coste medio del viaje es de 30 a 40 euros o quizá más, dependiendo siempre del tráfico que haya.

La segunda posibilidad es la del tren. En el aeropuerto hay una terminal ferroviaria de Trenitalia, los ferrocarriles del estado italiano y allí hay dos opciones, la de tomar el Leonardo Express hasta la estación central de Roma Termini, recorrido que se hace sin paradas intermedias en 32 minutos; el billete cuesta 14 euros sólo ida por persona; o la de tomar un tren con destino final en las localidades de Orte o Fara Sabina, con paradas intermedias en las estaciones de Roma Trastevere, Roma Ostiense, Roma Tuscolana o Roma Tiburtina. El precio del billete es de 8 euros sólo ida por persona. La duración del viaje a la estación más céntrica, la de Roma Ostiense, es de 30 minutos. Una vez que se llegue a la estación de destino elegido sólo hay que saber la dirección del hotel elegido y buscar la mejor opción de transporte público urbano, del que ya hablaré en otro artículo; bien puede ser el metro, el tranvía o el autobús.

Sacar el billete de tren en la estación del aeropuerto de Fiumicino no tiene ningún problema puesto que hay taquillas y máquinas expendedoras. Para consultar previamente los horarios se puede utilizar la dirección de Trenitalia en internet: http://www.trenitalia.it/
La tercera posibilidad de transporte de Fiumicino a Roma es el autobús interurbano de Cotral, la compañía pública de transportes de la región de Lazio. La parada está junto a la terminal de llegadas internacionales del aeropuerto y los autobuses son inconfundibles ya que son de color azul. Allí hay que tener cuidado y preguntar al conductor por el destino del autobús ya que existen varias posibilidades, la de ir directamente a Roma Termini, el destino más céntrico, la de hacerlo a Roma Cornelia, al oeste de la ciudad y en un viaje muy largo ya que es de una hora y veinte minutos con interminables paradas, y la de ir a la estación de Roma Magliana, en el sur de la capital. En cualquiera de los tres casos el enlace con autobuses urbanos y metro es sencillo. Los precios de los billetes varían desde los 4'50 euros por viaje a Roma Termini, a los 3'10 euros a Roma Cornelia y a los 2'50 a Roma Magliana, todo ello con precios de 2010. Para consultar horarios se puede entrar en la página de Cotral en internet: http://www.cotralspa.it/
En cuanto a autobuses privados hay líneas que cubren el trayecto a Roma Termini pero el precio del billete es mucho mayor. En cualquier caso, hay puntos en el aeropuerto donde se puede recabar información.
Es muy importante tener en cuenta que los billetes de Cotral hay que adquirirlos en los quioscos de prensa del aeropuerto ya que el conductor del autobús no es cobrador.
Si el destino es el aeropuerto de Ciampino las posibilidades se reducen a dos, la del taxi y la del autobús de Cotral aunque también hay líneas privadas de autocares que comunican el aeropuerto con el centro de Roma aunque el precio de los billetes es también más caro.
Por lo que se refiere al autobús de Cotral hay dos opciones, la de viajar directamente a Termini -el billete cuesta 3'90 euros sólo ida por persona -, o la de hacerlo a la estación de metro de Anagnina; el precio es de 1'20 euros pero hay que tener la precaución de preguntar al conductor si viaja directamente a esta estación de metro o pasa por el municipio de Ciampino, lo cual alarga considerablemente el viaje. Como en el caso del aeropuerto de Fiumicino, el billete hay que adquirirlo en el interior del aeropuerto, si bien en algunos autocares se puede comprar al conductor a bordo.

domingo, 26 de septiembre de 2010

La elegancia retrospectiva de Nina Zilli




Este blog no quiere ser solamente una guía de viajes de Roma. En cualquier librería hay muchas publicaciones que pueden ayudar al viajero a visitar los mejores monumentos de la ciudad y por tanto ese no es el objetivo de estos artículos. Sí es mi intención facilitar, a toda aquella persona que vaya a viajar a Roma, su estancia allí con información práctica de aquellas cosas que apenas encuentran espacio en las guías comerciales. Pero de la misma manera quiero que en este blog se analicen algunos aspectos de la cultura y de la historia, no sólo romana, sino de toda Italia.
Uno de esos elementos fascinantes es la música. Ya he escrito un post sobre la música italiana en general y a menudo me referiré a determinados artistas o eventos.
En estos momentos quiero dar a conocer a los lectores a uno de los nuevos fenómenos de la música italiana, la cantante Nina Zilli, nacida en Piacenza, esto es, en la región de Emilia Romaña pero en la misma frontera con Lombardía.
Acostumbrados como estamos, e Italia no es una excepción, al descubrimiento de nuevos talentos 'modelo Operación Triunfo', o lo que es lo mismo, todos ellos cortados por el mismo patrón y con un sonido y un estilo muy similar, tanto en España, como en Italia, Francia, Reino Unido, Alemania, etc, la aparición de una artista como Nina Zilli es todo un acontecimiento. Su soul claramente europeo y mediterráneo sólo cabe calificarlo de elegante y nos transporta a momentos fundamentales de la música en el mundo como son los años sesenta y setenta del siglo XX. La de Nina Zilli es una elegancia retrospectiva que nada tiene que ver con los fulgurantes talentos de tantos programas televisivos.
Estoy convencido de que Nina Zilli va a dejar poso y va a cosechar grande éxitos a nivel internacional si se mantiene por la línea emprendida en su primer álbum; no es precisamente una niña, lo que la diferencia de la corriente de tiernos 'triunfitos'. Nina nació en febrero de 1983 y por tanto en estos momentos tiene 27 años. Tiene otra característica fundamental para poder triunfar comercialmente y es que pasó su infancia en Irlanda y vivió durante dos años en Estados Unidos, lo que deja claro dos elementos: las influencias que se perciben en su estilo, y el perfecto bilingüismo que tiene y que hacen pensar en un no lejano salto al mercado anglosajón.
Nina Zilli es un pseudónimo puesto que su verdadero nombre es Maria Chiara Fraschetta. Tomó el nombre de su adorada Nina Simone, (lo que marca también sus influencias) y el apellido de su madre para formar su nombre artístico.
La artista de Piacenza nos muestra un elegante soul con toques de rhythm and blues, y hace incluso incursiones en el reggae. Su primer disco está siendo uno de los más vendidos en Italia y su éxito se acrecentó a raiz de su participación en la sección de jóvenes del festival de Sanremo en febrero de este año. Se clasificó para la final a cuatro y no ganó por el televoto, lo cual es toda una garantía de éxito puesto que estamos acostumbrados a ver en el festival de Sanremo cómo el televoto valora desmesuradamente canciones y artistas que posteriormente pasan desapercibidos en las emisoras de radio y en las tiendas de discos. ¡Pero así es Sanremo ya que la lista de grandes éxitos no premiados es infinita!



Incluyo en este comentario dos video clips de youtube de los dos mayores éxitos hasta ahora de Nina Zilli: '50mile' y 'L'Uomo Che Amava Le Donne', la canción que interpretó en el festival de Sanremo. Que los disfruten.

martes, 21 de septiembre de 2010

La Roma del amor


Roma forma un anagrama con la palabra Amor,
ya que la
transposición de las letras da como resultado otra palabra distinta. En cambio, un palíndromo claro es 'Amo retratarte Roma' puesto que si lee al revés es exactamente lo mismo.

Así pues el amor y Roma están muy unidos, tanto por utilizar las mismas letras, como por lo que inspira la propia ciudad a muchas personas. Y, claro está, porque como otras muchas, Roma es una ciudad romántica.

Verona simboliza el amor shakespeariano de Romeo y Julieta; Venecia ofrece el romanticismo de un paseo en góndola con la pareja a la que se ama y Florencia con su luz y sus vistas, merece ser contemplada con la persona querida. No me pregunten porqué; eso se siente en el corazón.

Pero Roma tiene también una curiosa visita del amor, la del Puente Milvio, que curiosamente nace de lo más profundo de la idiosincrasia romana más que de una práctica relacionada con el turismo. Fueron los romanos, y hace muy poco tiempo, quienes relacionaron el Puente Milvio con el amor.

Fue a finales del año 2006 cuando muchos adolescentes de la ciudad, inspirados por los protagonistas de la novela 'Tengo ganas de tí', de Federico Moccia, comenzaron a imitar lo que la pareja hizo para simbolizar su amor, sujetar un candado a la farola, cerrarlo y arrojar la llave al Tíber por encima de sus hombros.

En sólo unos meses, la farola se llenó de candados y su peso no sólo la deterioró sino que llegó a poner en peligro uno de los puentes más antiguos y con más historia de Roma. El Ayuntamiento prohibió que allí se pusieran candados pero la situación ya era imparable y poco después se instalaron unas barras de acero para que toda pareja de enamorados que quisiera, pudiese colocar allí su candado y arrojar la llave al Tíber. Con la 'legalización' del candado, comenzó a surgir en el puente y sus inmediaciones el negocio de la venta de candados por parte, sobre todo, de inmigrantes asiáticos, que inmediatamente ofrecen su producto a las parejas que por allí aparecen. La costumbre ha comenzado a seguirse en otros puentes.

Como visita, la del Puente Milvio no deja de ser curiosa y recomendable, sobre todo para parejas de enamorados. Hay que tener en cuenta, además, que el puente tiene una importante carga histórica, como he dicho anteriormente, y que se encuentra próximo al Foro Itálico, uno de los lugares creados por los arquitectos de Mussolini con el inconfundible estilo de la arquitectura fascista del periodo de entreguerras. En sus inmediaciones está también el estadio olímpico de Roma.


El Ponte Milvio, situado al norte de la ciudad, es uno de los más importantes sobre el Tíber. Fue construido por el cónsul Cayo Claudio Nerón en el año 206 antes de Cristo. En el año 115 antes de Cristo, el cónsul Marco Emilio Escauro construyó un nuevo puente de piedra en el mismo lugar, destruyendo el antiguo. El hito histórico más importante de tan antiguo puente data del año 312, cuando Constantino I venció a Majencio, su rival, en la batalla del Puente Milvio, que constituye un importante punto de inflexión en la historia del cristianismo, ya que los historiadores cristianos de esta época y posteriores atribuyeron la victoria de Constantino a una intervención divina. El puente fue renovado en la Edad Media y fue reparado posteriormente en 1429, realizándose modificaciones en los siglos XVIII y XIX.

Para llegar al puente Milvio se puede ir aguas arriba del río por los
lungoteveres hasta el estadio olímpico, al pie de Monte Mario, uno de los pulmones de Roma. Un poco más arriba del estadio y del Foro Itálico, donde se puede contemplar el impresionante estadio de los mármoles (dei marmi), se puede ver el viejo puente. Si se prefiere utilizar transporte público, la mejor opción es tomar el tranvía junto a la piazza del Popolo, en la capolinea de Flaminio, y realizar todo el recorrido hasta la cabecera. Desde allí no hay más que andar hacia el río con el estadio olímpico de frente y subir unos pocos metros aguas arriba.

viernes, 17 de septiembre de 2010

El agua de Roma


A menudo me piden consejos prácticos para una cómoda estancia en Roma, para saber moverse por la ciudad en un viaje turístico sin sobresaltos. En definitiva este es el objetivo de esta serie de artículos, por más que trate de contar historias curiosas de una ciudad que tiene un patrimonio histórico, artístico, social y cotidiano inagotable.





En esta ocasión me voy a referir al agua de Roma. Hace tiempo unos familiares que visitaron la ciudad un verano se quejaban del dinero que habían gastado en comprar botellas de agua mineral fría con las que paliar la sed y refrigerarse. "¡Si no es necesario comprar agua en Roma; el agua de la fuentes públicas es exquisita!", respondí yo. Mis familiares me aseguraron que desconocían esto y dónde encontrar estas fuentes.
Por eso quiero dedicar este capítuo a las fuentes de Roma. Lo siento por aquellos que se dedican al lucrativo negocio de vender botellas de medio litro de agua mineral fría pero cualquier romano sabe que este negocio está dedicado exclusivamente a los turistas.


Hay centenares de fuentes de agua potable en Roma; dicen que no hay ni una ciudad en todo el mundo con tantísimas fuentes; las hay de todo tipo: Antiquísimas y artísticas, auténticos monumentos prácticos para combatir la sed; y también modestas fuentes de fundición repartidas por muchísimas calles de Roma, desde el casco histórico a cualquier barrio moderno y periférico. Hay unas 3.000 repartidas por toda la ciudad y curiosamente las primeras fueron realizadas por el primer gobierno municipal civil de la capital de la Italia unificada, allá por el año 1872. Los romanos las conocen popularmente como nasoni' (narizones), de 'naso' (nariz en español), por la particular forma que tiene el caño de donde brota de forma ininterrumpida el agua. Esa es una característica muy peculiar de Roma; el agua no deja de brotar en las fuentes. Es algo que nos sorprende a los españoles pero tal es la abundacia de agua que hay en Roma. Si la sed aprieta y se desea averiguar dónde encontrar una, no hay más que preguntarle a cualquier romano 'dove c'e una fontanella?', es decir, ¿dónde hay una fuente?. Para evitar confusiones, es conveniente aclarar que la fontana es la fuente monumental y ornamental, como la de Trevi, o la de los Cuatro Ríos en piazza Navona. La fontanella es la fuente para beber.
El agua de Roma es de extraordinaria calidad. Está perfectamente tratada y no tiene el más mínimo riesgo para la salud. Además es un agua que en pleno verano mana fresca, tanto es así que empaña el vaso o la botella en la que se recoge. Las 'nasoni' tienen una particularidad y es que en la parte superior del caño hay un pequeño agujero; tapando el caño, el agua sale por el agujero y se puede beber directamente con toda comodidad.

Pero también se puede beber el agua que mana de algunas fontanelle monumentales. Aquí se pueden abrir nuevos capítulos que prometo que abriré en sucesivos artículos. Destaco una por ser de mis preferidas. Se trata del 'Facchino', una de las llamadas estatuas parlantes y que yo denomino la del 'barrilete'. Está en la intersección de Vía del Corso con Vía Lata, a pocos metros de piazza Venezia. Allí, junto a la vía de San Marco, hay otra espectacular fuente con forma de piña de la que mana un agua fresquísima. Otra de mis preferidas es la fuente de la Barcaccia, en la plaza de España.
Como digo, muchas de estas fuentes merecen capítulos aparte y prometo que los desarrollaré. De momento sirva éste para evitar que cualquiera que viaje a Roma se gaste un dineral comprando botellas de agua mineral fría.

martes, 14 de septiembre de 2010

La Roma mordaz


La Roma de los turistas, de la belleza de más de dos mil años de historia, no tiene nada que ver con la Roma más romana, la del día a día, la de los problemas cotidianos y la incomodidad de los servicios públicos, la del tráfico caótico y la suciedad acumulada desde los primeros siete reyes laciales de la Urbe. Es una Roma menos bella, pero más auténtica, menos teatral.
Todos esos problemas acumulados a lo largo de la historia han forjado el carácter de los romanos. Pueblo mediterráneo por excelencia, hasta ahora han resistido en lo más profundo de su idiosincrasia el embate de la identidad anglosajona. España ha sucumbido antes perdiendo buena parte de ese carácter mediterráneo y desgraciadamente Italia no tardará en hacerlo. Los jóvenes están cada vez más globalizados, y eso es triste. Todavía hoy da gusto entablar una conversación con ancianos capitolinos; no hace falta dirigirse a ellos puesto que ellos mismos comenzarán a hablar en el autobús, en el tren, en el supermercado o en la calle.
Es con la conversación y la observación como se puede notar el carácter mordaz de los romanos. Con una historia llena de esplendor y de decadencia, ante los malos tiempos el romano se ha defendido, o más bien, ha empleado la mordacidad, la ironía, el sarcasmo y el ingenio.
Hay muchos ejemplos pero voy a dar tres de distintas épocas para que pueda entenderse a la Roma mordaz que hoy convive con la Roma de la belleza y de los turistas.
En el año 1943 la ciudad estaba ocupada por los nazis. El Gran Consejo Fascista había defenestrado a Mussolini por sus constantes errores al meter a Italia en la Segunda Guerra Mundial y llevarla al desastre. Roma fue declarada Città Aperta, es decir, ciudad abierta, para no convertirla en una Stalingrado y que se perdieran la gran cantidad de obras de arte y monumentos que en ella hay.
Una vez que americanos e ingleses desembarcaron en Sicilia y, sobre todo, en Salerno, muy cerca de Nápoles, el objetivo inminente era la conquista de Roma, gobernada entonces con mano militar por los nazis, quienes la invadieron para evitar que cayera en manos aliadas al ser derrocado Mussolini. Fue así como comenzaron los bombardeos estratégicos americanos e ingleses sobre Roma; se buscaba cortar las vías de comunicación y de abastecimiento de las tropas alemanas. Por eso los bombardeos se centraron en la zona del barrio de San Lorenzo para destruir las principales estaciones ferroviarias. Pero aquellas bombas no eran inteligentes y cayeron sobre la zona universitaria y sobre decenas de bloques de viviendas produciendo millares de víctimas mortales entre la población civil. Fue entonces cuando apareció una pintada en un edificio bombardeado que muestra la mordacidad de los romanos. Escrita en perfecto romanesco trataba de dar ánimos en la desesperada situación de Roma: “Meio l’americani su la capoccia, che Mussolini tra li coioni”, que traducido es “Mejor los americanos sobre la cabeza, que Mussolini entre los cojones”. Simplemente, genial.
La segunda también procede de la Segunda Guerra Mundial. Americanos e ingleses desembarcaron en Anzio, a unos sesenta kilómetros de Roma con la idea de formar una bolsa que encerrara a los alemanes en la línea Sigfrido y en los montes Albanos, y además, tener un acceso cómodo para la reconquista de Roma.
El desembarco se celebró entre los romanos que pensaban que la liberación era cuestión de horas. Pero un error estratégico del general estadounidense que desembarcó en Anzio permitió a los alemanes concentrar un enorme contingente de tropas en los alrededores de Anzio, y allí se estancó el frente durante varios meses en una batalla más propia de la Primera Guerra Mundial. Ni que decir tiene que los romanos vivieron aquellos largos días con desesperación porque la ciudad seguía ocupada mientras que los aliados se encontraban a las puertas sin avanzar. Incluso podían escuchar perfectamente las explosiones de la artillería: Tenían la miel en los labios pero no podían saborearla. Fue entonces cuando apareció en el Trastevere la pintada más mordaz: “¡Americanos, resistid! ¡Pronto llegaremos a liberaros!”
La tercera es más reciente. Data de las elecciones políticas que tuvo Italia en abril de 2008. Por aquel entonces el candidato conservador Silvio Berlusconi tuvo una de sus frases antológicas, que como sus gestos o sus actuaciones pasarán a la historia del histrionismo político. Dijo que el que no le votara a él, sencillamente era un gilipollas, palabra que en italiano es ‘coglioni’. Por eso, en el mitin de cierre de campañas del centro izquierda en Roma muchos asistentes acudieron con camisetas identificativas: “Siamo i coglioni di Roma”, es decir, “Somos los gilipollas de Roma”.

lunes, 13 de septiembre de 2010

La Roma polarizada


La polarización en Italia es una seña de identidad y Roma no es ajena a ese clima a veces extremo en el que necesariamente ‘se tiene que ser de algo’, situarse frente a alguien en aficiones o planteamientos ideológicos, sociales y económicos.
Ya sé que esto es habitual en todo el mundo pero en Italia, y por supuesto en Roma, todo ello se vive con gran pasión. El fútbol, el calcio, es uno de esos aspectos que polarizan de forma extrema Roma. Siempre digo que lo que un romano siente por su equipo y la animadversión que le produce el gran rival sólo podría ser comparable en España con la rivalidad existente en Sevilla entre béticos y sevillistas, pero en Roma es todavía más extrema entre laziales (aficionados de la Lazio) y romanistas (tifossi de la Roma). Lo que pocos españoles conocen es que tanto o más rivalidad puede existir entre los otros dos equipos más modestos de la ciudad eterna, la Cisco Roma, rebautizado como Atlético Roma, y la Lodigiani.
Roma y Lazio comparten el mismo estadio, el Olímpico, situado al pie de Monte Mario, junto al río Tevere y en el área conocida como el Foro Itálico, uno de los espacios urbanos creados por los arquitectos de Mussolini.
La Lazio la fundaron en 1900 un grupo de militares, gente bien que deslumbrada por los primeros juegos olímpicos de la era moderna, celebrados en Atenas, decidieron utilizar para su equipo los colores de la bandera griega, el azul y el blanco. En el escudo colocaron uno de los símbolos militares de la antigua Roma, de las invencibles legiones que conquistaron el mundo, el águila.
Pero los laziales no se comieron un colín, en forma de campeonato italiano, en aquellos primeros años de su historia. Las victorias siempre iban a parar a los más poderosos equipos del norte de Italia. Cuando llegaron al poder los fascistas de Mussolini consideraron necesario, en su imaginario de recuperación del pasado esplendoroso de Roma, que la ciudad eterna tuviera una squadra competitiva, capaz de ganar el scudetto. Intentaron por todos los medios fusionar a los distintos equipos que había en la ciudad pero viendo que aquello era imposible se inventaron a la Roma con varios de estos equipos pero sin que apareciera en esa unión la exquisita Lazio. Era el año 1927 y nació la rivalidad entre la Roma, el equipo de las clases populares, y la Lazio, la squadra de la gente bien. La Roma adoptó los colores de la ciudad, el rojo y el amarillo, y en su escudo se representó a la loba amamantando a Rómulo y Remo, los fundadores de la ciudad.
Ya que hablo de los dos hermanos, y teniendo en cuenta que Rómulo fue el primero de los siete reyes que a lo largo de la historia ha tenido Roma, se dice que el fútbol ha dado al ottavo re, el octavo rey de la ciudad, que no es otro que el romanista Francesco Totti.
Otro ejemplo de rivalidad romana es la que protagonizan la Cisco Roma y la Lodigiani, equipos menores pero que se profesan una común animadversión. No faltan pintadas por toda la ciudad escritas por los aficionados radicales de ambos equipos en las que se puede leer ‘Cisco merda’ o ‘Lodigiani pezzo di merda’. En este caso la rivalidad tiene otras connotaciones pero no deja de ser intensa. Ambos equipos funcionaron como uno solo, la Cisco Lodigiani Roma pero acabaron separándose en 2005; antes de su unificación ya habían funcionado por separado lo que aporta a la historia momentos de encuentros y desencuentros diversos, es decir, caldo de cultivo excepcional para favorecer la pasión más exacerbada.
Lo curioso es que en estos momentos la Cisco, hoy renombrada como Atlético Roma y habiendo asumido el color azul marino para su uniforme, y la Lodigiani, que se mantiene fiel al color rojo granota, no coinciden en la misma categoría. La Cisco está en la serie C, el equivalente a nuestra segunda division B. La Lodigiani está en categoría regional. Pero ¡ay del día en que coincidan en la misma categoría y tengan que disputar la stracittadina, el derbi capitolino de los más modestos.

domingo, 12 de septiembre de 2010

La Roma mágica


Los aficionados al ocultismo y a lo esotérico, tienen una Roma mágica que no deben perderse. Muy cerca del Esquilino, a sólo unos cientos de metros de la basílica de Santa María Maggiore, se encuentra uno de los rincones más mágicos de una Roma sorprendente hasta en mínimos detalles. En la piazza de Vittorio Emanuele II se encuentra la Porta Alchemica, es decir, la puerta alquímica o mágica.
Se trata del monumento a la alquimia más conocido del mundo y ciertamente su situación y sus características producen un halo de misterio en torno a él. La Porta Alchemica está en el extremo de la plaza más próximo al Esquilino, junto a un antiguo muro de la Roma imperial. La ajardinada plaza Vittorio está un tanto degradada y en ella es habitual la presencia de numerosos inmigrantes subsaharianos y de otras procedencias.
La puerta, de forma rectangular, está rematada por un pequeño disco con la estrella de David. Su magia reside en que en ella están grabadas extrañas y misteriosas inscripciones.
Su historia es la del marqués de Palombara, a cuya villa situada en el Esquilino, acudían en el siglo XVII alquimistas, astrólogos y amantes de las ciencias ocultas. El propio Palombara cultivaba esa afición con gran interés e incluso pasión. En cierta ocasión llegó a la villa un joven que le pidió permiso para utilizar su laboratorio y allí experimentar. Palombara, obsesionado por descubrir la fórmula alquímica para conseguir oro de otros metales o incluso de productos vegetales, acogió al joven en su casa como a tantos, pero un día desapareció de allí misteriosamente. En el laboratorio dejó restos de oro y varios pergaminos con extrañas fórmulas escritas.
El marqués consultó a científicos para descifrar esos signos anotados pero fue en vano. Ante la incapacidad para conseguirlo se le ocurrió la idea de inscribir en una de las puertas del jardín de su villa esas misteriosas fórmulas, con la idea de que alguien que pudiera verlas supiera interpretarlas adecuadamente y poder así fabricar oro.
En el siglo XIX la villa Palombara fue derribada al realizarse una profunda remodelación urbanística en el Esquilino. Sin embargo se conservó la puerta que fue colocada en los jardines de la plaza Vittorio Emanuele II.
Convengamos ahora que la moderna alquimia sería la bisutería, la fabricación de abalorios con pobres materiales a fin de hacerlos parecer joyas preciosas. Algo más de cuatrocientos años después de que el joven, que se llamaba Giuseppe Francesco Borri dejara sus fórmulas en el laboratorio de la villa Palombara, en el área de la actual Roma ocupada por Via Carlo Alberto y Via Merulana, entre la piazza Vittorio y la basílica Santa María Maggiore, ha florecido la moderna alquimia en forma de establecimientos en los que se venden todo tipo de productos para fabricarse uno mismo collares, colgantes, pulseras y demás abalorios. Regentados todos ellos por ciudadanos chinos, todos esos establecimientos forman una especie de hipermercado de la manufactura de bisutería. El Esquilino, de esta forma, sigue atrayendo a alquimistas dispuestos todos ellos a fabricarse abalorios con sencillos metales como el aluminio, el acero inoxidable, el estaño o minerales pulidos.
La paradoja de todo ello es que hayan sido los chinos quienes se instalaran en la Roma alquímica para ‘descubrir’, aunque sea a su manera, lo que tanto buscó Palombara.