"Uno se enamora lentamente de Roma, poco a poco, pero para siempre" (Nikolai Gogol)

jueves, 19 de agosto de 2010

Roma embustera: La mágica vista del Cupolone desde la vía Piccolomini


Roma tiene mucho de embustera y eso la hace sorprendente en muchos aspectos. A veces, nada parece ser lo que es y al contrario, nada es lo que en ocasiones parece. Roma, como pocas ciudades, tiene ese don para cautivarte con ligeros retoques de un maquillaje que se ha ido renovando a lo largo de sus siglos de historia. En cierto modo es la Roma bastarda de la que habló Montaigne para referirse a la ciudad que reconstruyéndose sobre su esplendor, ha ido convirtiendo éste en ruinas.


Todo ello hace que Roma nos ofrezca imágenes inolvidables como la que se nos muestra de la cúpula de San Pietro, desde la vía Piccolomini. Recomiendo una rápida visita a esta calle para contemplar desde ella la mejor vista de la obra arquitectónica cumbre del genio Miguel Ángel.

Vayamos por partes. Cuando el lector y visitante de Roma acuda a la obligada visita a la basílica de San Pedro en el Vaticano, sin duda se fijará desde la plaza diseñada por Bernini en la cúpula, el cupolone como lo denominan los romanos. Y, desde allí no tendrá una imagen de esa monumental obra en todo su esplendor. Será una imagen falsa, alterada por esa Roma bastarda. La razón es muy sencilla y se debe a las sucesivas ampliaciones que a lo largo de la historia se hizo de la basílica que es el centro de la cristiandad.

La sustitución de la planta de cruz latina que diseñó Madermo por la inicial de cruz griega concebida por Miguel Ángel trajo consigo de forma inevitable la construcción de la descomunal fachada barroca que hoy conocemos en la basílica vaticana. Y con el aumento de la fachada se pierde buena parte del esplendor del cupolone. Es así de triste.

Por eso recomiendo tomar en la piazza Pia, en la piazza del Risorgimento, en la parada de autobuses que hay en lungotevere in Sassia, junto al hospital, o en la Vía di Porta di Cavallegeri, el autobús de la línea 982, el cual, tras unos pocos minutos de recorrido le lleva al viajero a la vía Piccolomini. Fin de trayecto.

Una vez allí contemple desde la capolinea, la última para de la calle, la fenomenal vista de la cúpula enmarcada perfectamente por los edificios de la calle. Y si avanza en dirección hacia el cupolone, se verá afectado por un curioso efecto óptico de esta Roma embustera. A medida que se acerca a la monumental obra, ésta se hará más pequeña contrariamente a lo que nos impondrían las leyes de la lógica.

Evidentemente se trata de una ilusión óptica. La explicación es sencilla: desde el punto más lejano de la calle, el propio asfalto tapa a la vista el espacio entre la terraza del principio de la calle y la cúpula, creando la ilusión de que están pegadas. Pero, conforme el observador se acerca, comienza a percibir el espacio entre los dos puntos, haciendo que la cúpula parezca más lejana, y por tanto, más pequeña.

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