"Uno se enamora lentamente de Roma, poco a poco, pero para siempre" (Nikolai Gogol)

miércoles, 18 de agosto de 2010

La Roma más canalla

No hace falta hablar y entender el idioma italiano para disfrutar en el restaurante Cencio La Parolaccia, situado en el Vicolo dei Cinque, 3, en Trastevere. Es cierto que el local es frecuentado sobre todo por italianos y que ellos entienden los giros del idioma y las frases hechas, pero también un extranjero en Roma puede sacar buen provecho del restaurante La Parolaccia (La palabrota), porque eso es lo que más va a aprender de la experiencia, auténticas palabrotas.
En primer lugar es conveniente ir a La Parolaccia a cenar con suficiente tiempo. Es un pequeño local y se llena muy pronto por lo que lo conveniente es ir pronto, no mucho más tarde de las ocho y media de la tarde, o reservar con antelación. Es, sin lugar a dudas, la Roma más canalla que se pueda contemplar.

Ya antes de entrar en La Parolaccia uno es consciente de que algo raro se va a encontrar allí dentro: En la fachada del establecimiento se anuncia, como en muchos otros restaurantes, que el domingo es el día de descanso semanal y por tanto se cierra, así es que “comed en casa”, según dicen en romanesco.
Al entrar en La Parolaccia el cliente es recibido por un sujeto mal encarado, con cara de malas pulgar. A mí lo primero que me dijo era que ya era hora que apareciera, que llevaba tres horas esperando y que no hacía más que dar vueltas por Trastevere sin entrar en el restaurante. A continuación me preguntó si había reservado mesa; le respondí que no y me miró con auténtica cara de fastidio a pesar de que en ese momento el local estaba prácticamente vacío. Me dijo que a pesar de todo me iba a buscar un buen sitio.
No espere cenar lo que le apetezca en La Parolaccia. Le pondrán lo que ellos quieran. Y no proteste. Nada más sentarse, una comensal le dijo al camarero malencarado, Romeo, que hacía frío y que si podía bajar el aire acondicionado. Respuesta: ‘Yo no tengo frío porque aquí estamos trabajando. Además, no me extraña que tengas frío; si vinieras como aquellas otras no lo tendrías’, dijo observando que llevaba una camisa de tirantes muy escotada. Acto seguido subió la temperatura del aire acondicionado.
El camarero le tirará la servilleta y los cubiertos en la mesa para que usted se los coloque, y lo hará con desprecio. Si le pide cualquier cosa, la mirada será de fastidio, de cara de pocos amigos porque el cliente para el personal de La Parolaccia es un rompecoglione (un tocapelotas).
La comida no está mal y llega en cantidad. Antipasto de embutidos y verdura con bruscheta (tostada), pasta de dos tipos y carne a la romana: cordero, cerdo y salchicha asados, con patatas fritas y ensalada. Para terminar, un sorbete de limón y limoncello. Por cierto, que ellos mismos te dicen que la bruscheta se come con las manos. Se puede tomar vino, refrescos o agua. El precio del menú por persona, en agosto de 2010, fue de 45 euros por persona.

Pero lo fundamental no es la comida en La Parolaccia: Son las carcajadas y aunque uno no entienda todo lo que allí se diga, acaba auténticamente cansado de reírse y con la barriga llena de comer.
Durante la cena, hay música en directo con un cantante, Pasquale, cantando canciones picantes, satíricas, auténticos stornellos romanos. Y Pasquale no para de hablar, de preguntar a los comensales, de meterse con ellos. Canta incluso el camarero Romeo y se ríen de todos y de todo. Como muestra, varios botones: Una comensal pregunta por el servicio y le dicen que está al fondo a la izquierda: “No te metas en la cocina”. Cuando regresa, le preguntan ante todo si ya ha meado y si se ha lavado las manos.
“Pasquale, búscame una mujer guapa, sexy, simpática y un poco puttana”. Cuando Pasquale indica a una de las comensales la respuesta de Romeo es que esa es puttana del todo. Y siguen cantando stornellos como uno dedicado a un comensal calvo: “Nessun pelo sulla testa, ma nell culo, la foresta”, lo cual no hace falta traducirlo. “Palle, palle, palle, rosse e gialle”, es decir, “pelotas, pelotas, pelotas, rojas y amarillas”. Se suceden los vaffanculo, es decir, los vete a tomar por …” y los mignota y puttana, que es lo mismo. “¿Eres español?”, me preguntó Pasquale. “¿Me entiendes?” Cuando le dije que sí me respondió que no entendía “ni un cazzo”, es decir, palabra parolaccia que hace referencia al miembro viril.

Y así es todo en la Parolaccia. Como cuando alguien dice que es de Mantova (Mantua) y le dicen que ya se sabe el dicho: ‘La donna mantovana e la piu puttana’. Cambien el mantovana, por otros muchos gentilicios y verán cómo cuadra. En resumen, en un viaje a Roma es recomendable darse una vuelta por este peculiar restaurante trasteverino de gran tradición.

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