Situado en la Vía Ostiense, número 106, la antigua central termoeléctrica conserva sus antiguas calderas y maquinaria para producir electricidad y entre ese buen trabajo de arqueología industrial, se pueden contemplar excelentes obras de los museos capitolinos, es decir, arqueología clásica en su máximo esplendor.
lunes, 30 de agosto de 2010
El museo de la central termoeléctrica de Montemartini
Situado en la Vía Ostiense, número 106, la antigua central termoeléctrica conserva sus antiguas calderas y maquinaria para producir electricidad y entre ese buen trabajo de arqueología industrial, se pueden contemplar excelentes obras de los museos capitolinos, es decir, arqueología clásica en su máximo esplendor.
martes, 24 de agosto de 2010
La cornamenta de San Eustaquio
Por eso la iconografía que representa a Sant'Eustachio es la de un crucifijo entre las astas de un ciervo. Y en la iglesia dedicada en Roma a nuestro santo, se puede ver que el tímpano de la fachada no está coronado por un crucifijo normal y corriente, como en cualquier otra iglesia, sino que hay una cabeza de ciervo con una magnífica cornamenta de la que emerge la Cruz de Cristo.
Es ahí donde me surgen muchos interrogantes sobre la organización parroquial y diocesana de Roma, cabeza del cristianismo en cuyo término municipal se puede encontrar cientos de iglesias. Con las pocas vocaciones existentes debe ser difícil que en cada iglesia haya un párroco que cuide espiritualmente de la feligresía. Además, en las parroquias debe haber una competencia feroz para ganarse feligreses porque, sobre todo en el centro histórico, uno sale de una iglesia y no ha hecho más que andar unos metros cuando se encuentra con otra.
sábado, 21 de agosto de 2010
Via Caetani, el lugar donde encontraron a Aldo Moro
viernes, 20 de agosto de 2010
La humilde y exquisita carbonara
jueves, 19 de agosto de 2010
Roma embustera: La mágica vista del Cupolone desde la vía Piccolomini
Roma tiene mucho de embustera y eso la hace sorprendente en muchos aspectos. A veces, nada parece ser lo que es y al contrario, nada es lo que en ocasiones parece. Roma, como pocas ciudades, tiene ese don para cautivarte con ligeros retoques de un maquillaje que se ha ido renovando a lo largo de sus siglos de historia. En cierto modo es la Roma bastarda de la que habló Montaigne para referirse a la ciudad que reconstruyéndose sobre su esplendor, ha ido convirtiendo éste en ruinas.
Todo ello hace que Roma nos ofrezca imágenes inolvidables como la que se nos muestra de la cúpula de San Pietro, desde la vía Piccolomini. Recomiendo una rápida visita a esta calle para contemplar desde ella la mejor vista de la obra arquitectónica cumbre del genio Miguel Ángel.
Vayamos por partes. Cuando el lector y visitante de Roma acuda a la obligada visita a la basílica de San Pedro en el Vaticano, sin duda se fijará desde la plaza diseñada por Bernini en la cúpula, el cupolone como lo denominan los romanos. Y, desde allí no tendrá una imagen de esa monumental obra en todo su esplendor. Será una imagen falsa, alterada por esa Roma bastarda. La razón es muy sencilla y se debe a las sucesivas ampliaciones que a lo largo de la historia se hizo de la basílica que es el centro de la cristiandad.
La sustitución de la planta de cruz latina que diseñó Madermo por la inicial de cruz griega concebida por Miguel Ángel trajo consigo de forma inevitable la construcción de la descomunal fachada barroca que hoy conocemos en la basílica vaticana. Y con el aumento de la fachada se pierde buena parte del esplendor del cupolone. Es así de triste.
Por eso recomiendo tomar en la piazza Pia, en la piazza del Risorgimento, en la parada de autobuses que hay en lungotevere in Sassia, junto al hospital, o en la Vía di Porta di Cavallegeri, el autobús de la línea 982, el cual, tras unos pocos minutos de recorrido le lleva al viajero a la vía Piccolomini. Fin de trayecto.
Una vez allí contemple desde la capolinea, la última para de la calle, la fenomenal vista de la cúpula enmarcada perfectamente por los edificios de la calle. Y si avanza en dirección hacia el cupolone, se verá afectado por un curioso efecto óptico de esta Roma embustera. A medida que se acerca a la monumental obra, ésta se hará más pequeña contrariamente a lo que nos impondrían las leyes de la lógica.
Evidentemente se trata de una ilusión óptica. La explicación es sencilla: desde el punto más lejano de la calle, el propio asfalto tapa a la vista el espacio entre la terraza del principio de la calle y la cúpula, creando la ilusión de que están pegadas. Pero, conforme el observador se acerca, comienza a percibir el espacio entre los dos puntos, haciendo que la cúpula parezca más lejana, y por tanto, más pequeña.
miércoles, 18 de agosto de 2010
La Roma más canalla
En primer lugar es conveniente ir a La Parolaccia a cenar con suficiente tiempo. Es un pequeño local y se llena muy pronto por lo que lo conveniente es ir pronto, no mucho más tarde de las ocho y media de la tarde, o reservar con antelación. Es, sin lugar a dudas, la Roma más canalla que se pueda contemplar.
Ya antes de entrar en La Parolaccia uno es consciente de que algo raro se va a encontrar allí dentro: En la fachada del establecimiento se anuncia, como en muchos otros restaurantes, que el domingo es el día de descanso semanal y por tanto se cierra, así es que “comed en casa”, según dicen en romanesco.
Al entrar en La Parolaccia el cliente es recibido por un sujeto mal encarado, con cara de malas pulgar. A mí lo primero que me dijo era que ya era hora que apareciera, que llevaba tres horas esperando y que no hacía más que dar vueltas por Trastevere sin entrar en el restaurante. A continuación me preguntó si había reservado mesa; le respondí que no y me miró con auténtica cara de fastidio a pesar de que en ese momento el local estaba prácticamente vacío. Me dijo que a pesar de todo me iba a buscar un buen sitio.
No espere cenar lo que le apetezca en La Parolaccia. Le pondrán lo que ellos quieran. Y no proteste. Nada más sentarse, una comensal le dijo al camarero malencarado, Romeo, que hacía frío y que si podía bajar el aire acondicionado. Respuesta: ‘Yo no tengo frío porque aquí estamos trabajando. Además, no me extraña que tengas frío; si vinieras como aquellas otras no lo tendrías’, dijo observando que llevaba una camisa de tirantes muy escotada. Acto seguido subió la temperatura del aire acondicionado.
El camarero le tirará la servilleta y los cubiertos en la mesa para que usted se los coloque, y lo hará con desprecio. Si le pide cualquier cosa, la mirada será de fastidio, de cara de pocos amigos porque el cliente para el personal de La Parolaccia es un rompecoglione (un tocapelotas).
La comida no está mal y llega en cantidad. Antipasto de embutidos y verdura con bruscheta (tostada), pasta de dos tipos y carne a la romana: cordero, cerdo y salchicha asados, con patatas fritas y ensalada. Para terminar, un sorbete de limón y limoncello. Por cierto, que ellos mismos te dicen que la bruscheta se come con las manos. Se puede tomar vino, refrescos o agua. El precio del menú por persona, en agosto de 2010, fue de 45 euros por persona.
Durante la cena, hay música en directo con un cantante, Pasquale, cantando canciones picantes, satíricas, auténticos stornellos romanos. Y Pasquale no para de hablar, de preguntar a los comensales, de meterse con ellos. Canta incluso el camarero Romeo y se ríen de todos y de todo. Como muestra, varios botones: Una comensal pregunta por el servicio y le dicen que está al fondo a la izquierda: “No te metas en la cocina”. Cuando regresa, le preguntan ante todo si ya ha meado y si se ha lavado las manos.
“Pasquale, búscame una mujer guapa, sexy, simpática y un poco puttana”. Cuando Pasquale indica a una de las comensales la respuesta de Romeo es que esa es puttana del todo. Y siguen cantando stornellos como uno dedicado a un comensal calvo: “Nessun pelo sulla testa, ma nell culo, la foresta”, lo cual no hace falta traducirlo. “Palle, palle, palle, rosse e gialle”, es decir, “pelotas, pelotas, pelotas, rojas y amarillas”. Se suceden los vaffanculo, es decir, los vete a tomar por …” y los mignota y puttana, que es lo mismo. “¿Eres español?”, me preguntó Pasquale. “¿Me entiendes?” Cuando le dije que sí me respondió que no entendía “ni un cazzo”, es decir, palabra parolaccia que hace referencia al miembro viril.