"Uno se enamora lentamente de Roma, poco a poco, pero para siempre" (Nikolai Gogol)

jueves, 10 de junio de 2010

La squadra azzurra


Comienza el Mundial de fútbol de Sudáfrica 2010 y en él la selección italiana será, como en todos los campeonatos del mundo, una de las favoritas para alzar la copa. La escuadra azzurra (azul) pondrá en escena todos los elementos que la han caracterizado, un fútbol que no entusiasma más que a los italianos, y a veces ni eso, y una fenomenal competitividad.

Y ya que menciono a los azzurri (azules), quiero detenerme en algo que me parece curioso y que más de un aficionado al fútbol se habrá preguntado. ¿Por qué viste de azul la selección italiana de fútbol? Quiero citar expresamente en este artículo al extraordinario periodista deportivo que es Alfredo Relaño que en su libro '366 historias del fútbol mundial' nos desvela el misterio.

El primer partido de la 'Nazionale', como la denominan los italianos, data del año 1910 en Milán y finalizó con victoria de Italia por 6-2 a Francia. En aquella ocasión vistieron de blanco, quizá porque en los albores del fútbol lo más sencillo era encontrar camisetas y calzones blancos. Otros colores eran exquisiteces que generalmente se traían de Inglaterra, el lugar donde se inventó el balompié.

Tan lanzados estaban los italianos con aquella su primera victoria que desafiaron a Hungría en el segundo. Jugaron también de blanco en Budapest y los magiares le dieron a la Nazionale todo un repaso: 6-1. Italia pidió la revancha a Hungría en un partido que se disputó el 6 de enero de 1911 y decidieron cambiar hasta el uniforme: aquel fue el nacimiento de la azzurra porque ese día Italia vistió como camiseta azul.

Relaño habla en su libro de la razón de la elección de ese color: Era el de la dinastía de los Saboya que reinaba en esos momentos en Italia. Con la unificación se creó el Reino de Italia y el monarca fue Vittorio Emmanuele II de Saboya, que hasta esos momentos era Rey de Cerdeña cuya bandera era azul con el escudo de la casa saboyana en la esquina superior izquierda. Ese escudo era rojo con una cruz de color blanco.

Pero hay más hipótesis. Si se le pregunta a un italiano, seguramente responderá que se eligió el color del cielo que quieren tocar con victorias cada vez que juegan un partido. Esta versión es más poética pero parece ser que se ajusta menos a la realidad. Como pueden comprobar, la 'maglia' de la selección italiana no tiene nada que ver con el color de la bandera tricolor, el rojo, blanco y verde, pero eso es algo que también les ocurre a otros equipos nacionales como Alemania, Holanda e Inglaterra.

Otra cosa es el color del pantalón que lucen los italianos. Tradicionalmente ha sido de color blanco pero en los últimos años también se ha elegido el azul con lo que la azzurra es completamente azzurra. El segundo uniforme de Italia es el blanco con lo que vuelve a los orígenes.

Lo que sí tiene esa camiseta que no tienen otras son cuatro estrellas en el escudo. Son los cuatro campeonatos del mundo que ha conquistado la Nazionale, que en ese sentido sólo es superada por los cinco mundiales ganados por Brasil.

miércoles, 9 de junio de 2010

Los mercados de Trajano y los puestos callejeros de la Roma del siglo XXI


Hace 1.900 años se creó el primer hipermercado de la historia, un centro comercial innovador que estaba formado por 150 tiendas. Para ello se contó con el principal arquitecto de la época, el Rafael Moneo o el Norman Foster de la antigüedad, Apolodoro de Damasco, que fue el arquitecto del emperador más grande que tuvo Roma, el 'español' Trajano.

Aquel complejo situado a los pies de la colina del Quirinale (los italianos pronuncia cuirinale) fue, además de un motor económico fundamental de Roma, una propuesta muy novedosa y llamada a perdurar por los siglos de los siglos. Apolodoro de Damasco llegó a utilizar la ladera de la colina para construir ese complejo en un espacio casi imposible; no hay que olvidar que lo hizo entre la propia colina y el foro del emperador Trajano.

Hoy, ese primer hipermercado de la historia se encuentra en pleno centro de Roma, entre la Vía de los Foros Imperiales y la piazza Venezia, y la Vía Nazionale, y es visita obligada para quienes quieran conocer a fondo los foros de la Roma imperial puesto que en lo que antiguamente eran sus tiendas hay un excelente museo en el que pasar unas entretenidas horas.

Roma es la paradoja elevada a cotas casi imposibles y los mercados de Trajano me llaman especialmente la atención por eso. Su modernidad para la época en que se construyó, entre los años 107 y 110 después de Cristo, contrasta hasta ser paradójica con la forma de entender la actividad comercial por parte de los romanos del siglo XXI. Es difícil encontrar, fuera de Italia, un lugar en Europa que tenga todavía una concepción comercial como la que tiene hoy Roma, que es el paraíso de la venta ambulante.

No hay más que pasear por la ciudad para comprobar como los puestos callejeros de ropa, de bisutería, de complementos, de artículos de cocina y de tantas cosas, se extienden por todos los lugares, desde el centro histórico hasta cualquier barrio periférico. A veces uno se siente como en cualquier ciudad musulmana o de la India. A diferencia de España, donde los ayuntamientos tienen muy regulada la venta ambulante autorizándola y controlándola en determinados días y lugares, en Italia en general, y en Roma en particular, parece no existir este tipo de control por parte de la administración. Y sin embargo hay una venta ambulante fija y permanente, diaria en espacios muy concretos, y otro tipo de venta incontrolada e incontrolable por las fuerzas de seguridad encargadas de ello, como son las policías locales y la peculiar 'Guardia di Finanza', cuerpo éste sin equivalente en España y en otros muchos países.

Es la economía sumergida en plenitud. En Europa, el país con mayores tasas de economía irregular es Grecia. Allí, ésta representa el 30 por ciento del Producto Interior Bruto del país. Italia es el segundo país europeo, con el 28 por ciento del PIB y España el tercero, con el 25 por ciento.

Pero Roma es diferente. Sólo allí se ve con absoluta normalidad, creo, que un vendedor ambulante que venda zapatos, por ejemplo, instale su puesto frente a la puerta de una zapatería, y que lo haga con su correspondiente autorización. Menos normal, pero en cierto modo habitual, es que se instale alguien sin papeles, con productos falsificados. El mercado de las falsificaciones en Italia es muy productivo.

¿Qué hay detrás de todo ello? No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que detrás de este entramado hay organizaciones mafiosas, es decir, la Mafia siciliana, la Camorra napolitana o la 'Ndrangueta calabresa, que impregnan no pocas actividades de la misma Roma. Hay que tener en cuenta que los vendedores son el último eslabón de la cadena y que la acción mafiosa se refiere, sobre todo, a la introducción en el mercado de productos sin ningún tipo de control arancelario, cuando proceden de países del tercer mundo, o de tipo laboral cuando se producen en la misma Italia.

No crean tampoco que esta es una cuestión exclusiva de la venta ambulante. Hay muchos comercios 'legales' en Roma y en toda Italia sobre los que ejercen algún tipo de control o relación las organizaciones mafiosas.

Por eso no deja de ser paradójico que los mercados de Trajano fueran algo tan novedoso, hasta recibir por parte de historiadores y arqueólogos el título del 'primer hipermercado de la historia', mientras que hoy es posible en Roma comprar lo que se quiera en algo tan poco moderno en términos de economía como uno de los miles de puestos de venta ambulante que se extienden por sus calles.

lunes, 7 de junio de 2010

Il Pasquino


Tengo que reconocer que me cae bien Il Pasquino. No sé; quizá sea porque tiene mucho del carácter mordaz de los romanos o porque siempre tiene algo que decir, aunque sea en romanesco, el dialecto de los romanos, y por tanto poco inteligible para alguien que como yo sólo entiende algo de italiano. El caso es que desde hace quinientos años Il Pasquino tiene algo de la esencia de Roma y en estos tiempos de globalización y de hastío hacia la política y hacia los gobernantes, bien haríamos, italianos y españoles, en aplicarnos en lo que representa en Roma el simpático Pasquino.

Se trata de una de las seis estatuas parlantes de Roma, la más famosa y la que continúa en activo en estos tiempos que corren, que no es poco. ¿Estatuas parlantes? Sí, 'hablaban', o mejor dicho, 'ponían voz' a los romanos en tiempos en los que criticar al poder era el camino seguro para terminar encerrado en condiciones lamentables, o en el peor de los casos, convertirse en combustible para la hoguera que la Santa Inquisición encendía con notable frecuencia en el Campo dei Fiori romano.

Hablo de la Roma pontificia, la que no conocía otro poder que el del Papa y el de los cardenales. El estado teocrático que funcionó hasta el siglo XIX en que se produjo la unificación italiana, una cosa muy curiosa que marca mucho el actual carácter de nuestros vecinos transalpinos. Por aquellos primeros tiempos en los que aquellos estados de la península itálica se unieron, sus protagonistas se mostraron satisfechos: "Ya hemos creado Italia, ahora nos toca hacer lo más difícil: crear a los italianos", vinieron a decir y yo lo recuerdo para explicar lo que en estos tiempos no deja de ser un polémico debate en la Italia de principios del siglo XXI: la falta de identidad nacional de muchos italianos, el deseo último de segregación de un norte rico, la Padania, frente a un sur empobrecido, lo que hoy la Liga Norte defiende con el nombre de federalismo fiscal, esto es, que el dinero del norte se quede allí y no se vaya hacia el sur.

Volvamos al Pasquino. Es una estatua muy deteriorada por el paso del tiempo; se trata de un fragmento de un obra helenística, probablemente del siglo III antes de Cristo que representa a un guerrero heleno. Fue encontrada durante unas obras en el barrio en el que se ubica, el Parione, antiguo Campo Marzio (o Campo de Marte). Se encuentra a apenas una veintena de metros de la piazza Navona y tengo que confesar que me cae tan bien que no dejo de echar un vistazo a la pequeña estatua cada vez que viajo a Roma y paso por la piazza Navona.

Il Pasquino está en la plaza del mismo nombre, en el inicio de la Vía del Governo Vecchio, precisamente desde Navona. Cuentan las crónicas que se colocó en el vértice del palazzo Braschi, hoy museo de Roma, en el año 1501. Como decía, en aquel siglo XVI temeroso de Dios y del poder de los Pontífices y de los cardenales, los romanos dieron rienda suelta a su locuacidad y a su mordacidad para criticar aquello que era incriticable. Y para hacerlo, sin correr el riesgo de acabar en la hoguera, utilizaron seis estatuas de la ciudad que a partir de ese momento tomaron la condición de 'parlantes', expresaban lo que los romanos no podían expresar a viva voz. Esas seis estatuas son, además de Pasquino, Madama Lucrezia, Il Marforio, Il Facchino, Il Abate Luigi y el Babuino. Para ello colgaban o pegaban en esas esculturas papeles con críticas, sátiras y burlas a sus gobernantes. Las seis estatuas parlantes siguen existiendo y se pueden contemplar en Roma, pero sólo una está en activo, nuestro amigo Pasquino. Allí siguen colocando los romanos sus críticas al poder, sus burlas y sus proclamas. Es un auténtica placer detenerse ante il Pasquino y contemplar lo que los romanos hoy escriben sobre sus gobernantes, con un protagonismo casi exclusivo de Silvio Berlusconi; eso, en muchos casos, si se entiende el romanesco.

Pero merece la pena contemplar la estatua porque gracias a ella hoy tenemos una palabra en lengua española que nace precisamete del Pasquino. Se trata de la palabra 'pasquín', esto es, lo que según la Real Academia de la Lengua Española es el escrito anónimo que se fija en sitio público, con expresiones satíricas contra el gobierno o contra una persona particular o corporación determinada.

Deténgase ante la estatua, e incluso, anímese, si así lo desea, a escribir algo en algún hueco que haya en los papeles pegados a ella. Pero por favor, no escriba chorradas del tipo 'Pepe y Pili estuvieron aquí' o 'Viva España, somos de Madrid'. Estamos hablando de cosas serias, o al menos los romanos se lo toman muy en serio.

sábado, 5 de junio de 2010

La cultura funeraria de Roma




Son muchas las personas que me han comentado a menudo que de mis frecuentes viajes a Roma y del conocimiento que tengo de la ciudad sería interesante escribir algunos de sus aspectos menos conocidos. Ahora quiero abordar un aspecto que a lo largo de estos viajes me ha llamado a menudo la atención: la cultura funeraria de Roma.
Es cierto que España e Italia comparten muchos aspectos culturales y sociales. Españoles e italianos somos muy parecidos en cuanto al carácter mediterráneo que nos une. Pero al mismo tiempo somos muy distintos. Y uno de los aspectos que nos diferencia es la cultura funeraria.
Para empezar, hay que referirse a que lo funerario impregna a la Roma actual hasta en el paseo que a diario, y sobre todo, los fines de semana, los romanos realizan. Uno de los paseos que más adoran los vecinos de la urbe es por la Via Appia, la más importante y mejor conservada de las calzadas de la época imperial.
Las leyes romanas obligaban a enterrar a los muertos extramuros. Es por ello por lo que la Vía Appia es en realidad un impresionante mausoleo a lo largo de los 13 kilómetros de longitud que tiene en el término municipal de Roma. A ambos lados de la calzada se puede contemplar tumbas de todo tipo y condición, desde la impresionante sepultura de Cecilia Metella, hasta pequeñas lápidas. Y no hay que olvidar que en la misma Vía Appia y también en sus alrededores están las más importantes catacumbas cristianas, es decir, otro lugar de enterramientos. No lejos de allí están las fosas ardeatinas, el lugar donde fueron fusilados y permanecen los restos de 335 civiles italianos (hay judios, cristianos, partisanos de izquierdas y de derechas e incluso un sacerdote). Todos ellos fueron fusilados por las autoridades alemanas que en 1944 ocupaban la Ciudad Eterna como respuesta a un atentado que en pleno centro de Roma cometieron los partisanos al hacer estallar una bomba que dio muerte a 33 soldados de una compañía de SS.
Vayamos ahora a los cementerios que están hoy en uso. Llama la atención el cementerio protestante, o para ser más exacto, el camposanto no católico de la ciudad de Roma. Allí, situado junto a la muralla aureliana, se encuentra un cementerio que llama la atención por otro mausoleo, el de Cayo Cestio, una impresionante pirámide de estilo egipcio construida en el año 12 de nuestra era. En el recoleto cementerio protestante, con un inconfundible estilo inglés, reposan los restos del poeta John Keats, con su famoso epitafio “Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en agua”, los del también poeta inglés Shelley y los del fundador del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci.
El otro cementerio, el monumental de Verano (por encontrarse en el antiguo Campo de Verano) es una joya que merece la pena ser visitada. Situado en el barrio Tiburtino, es también la última morada de famosos del mundo del espectáculo como Marcello Mastroianni, Vittorio de Sica, Renato Carosone, Alberto Sordi, Luchino Visconti, Roberto Rossellini, Nino Manfredi, Vittorio Gassman, o el escritor Alberto Moravia.
A los italianos les encanta poner las fotos de los finados en las sepulturas. Y es curioso ver en los panteones de las congregaciones religiosas las fotos de decenas de sacerdotes, monjas o frailes.
Pero si algo llama la atención es descubrir los nichos para niños,

un cuartel formado por varios edificios. Impresiona ver la foto de niños fallecidos, algunos de ellos bebés de varios días. Es también costumbre poner juguetes
junto a la lápida y eso
todavía impresiona más ver junto a las flores muñecos y muñecas, cochecitos, y lo que es peor, algunos juguetes con música que rompen el silencio del cementerio. Algo realmente estremecedor.

jueves, 3 de junio de 2010

El Coliseo y los cristianos


No se crean todo lo que les cuentan acerca de los cristianos que fueron martirizados en el Coliseo durante el imperio romano. Duden de la cultura cinematográfica americana y de la iconografía católica que nos muestra a pobres cristianos sirviendo de pitanza para los leones. No se dejen engañar porque no es del todo cierto. No existe ninguna fuente histórica que avale que sistemáticamente las ejecuciones de cristianos, en las épocas del imperio en que hubo persecuciones, tuvieran lugar en el anfiteatro Flavio. ¡Si hasta se nos ha dado a entender que en época de Nerón fue cuando más cristianos fueron devorados por los leones en el Coliseo! Falso. ¡Por aquel entonces no existía el Coliseo! De hecho el anfiteatro se construyó en parte de los terrenos que ocupaba la Domus Aurea, el palacio de Nerón. Pero tampoco está la historia del Coliseo exenta de crueldad. ¡Ni mucho menos!
La construcción del anfiteatro empezó bajo el mandato del emperador Vespasiano entre el 70 y 72 después de Cristo. Poseía un aforo para 50.000 espectadores, con ochenta filas de gradas. Mediante un ingenioso sistema llamado velario, El Coliseo contaba con una cubierta de tela desplegable accionada mediante poleas. Esta cubierta, hecha primero con tela de vela y luego sustituida por lino (más ligero), se apoyaba en un entramado de cuerdas. Cada sector de tela podía moverse por separado de los de alrededor, y eran accionados por un destacamento de marineros de la flota romana con lo que en poco tiempo el anfiteatro podía ser cubierto sin que los espectadores se vieran perjudicados por la lluvia o el sol.
Los que estaban cerca de la arena eran el emperador y los senadores, y a medida que se ascendía se situaban los estratos inferiores de la sociedad. En el Coliseo tenían lugar luchas de gladiadores y espectáculos públicos, y es cierto que también hubo ejecuciones de prisioneros.
Sin embargo no fue allí donde se daba muerte a los cristianos, sino que es más probable que murieran en la colina Vaticana, donde Nerón había construido un circo y donde hoy se encuentra el estado del Vaticano. Lo normal es que a los cristianos se les quemara vivos o se les crucificara, tal y como nos cuenta Alberto Angela en su libro 'Un día en la antigua Roma'. También parece que se les cubría de pieles y se les echaba a perros hambrientos para que fueran devorados.
Es más probable que las ejecuciones en el Coliseo fueran de presos comunes a quienes se condenaba a ser devorados por las bestias o a luchar unos condenados con otros como gladiadores. Para los romanos la muerte era un espectáculo, sí es cierto, pero no menos que para otros pueblos antiguos e incluso contemporáneos.
La crueldad era notable puesto que si el condenado a las bestias trataba de escapar del hambriento animal era asaeteado para permitir que fuera atrapado por el león o cualquier otro carnívoro. El caso era dar espectáculo y ese costaba poco a los organizadores de los juegos.
Sin embargo ese no era el momento más importante en los espectáculos del Coliseo. Lo más preciado era la lucha de gladiadores, que eran auténticos ídolos de masas. Pues bien, en esas luchas no era tan habitual, como la cinematografía nos ha indicado, que hubiera muertes. La razón es muy simple: La preparación de un gladiador costaba mucho dinero y los organizadores de los juegos no estaban por la labor de gastar más de la cuenta. Lo del dedo hacia abajo para indicar al gladiador que ganaba la lucha que diera muerte a su oponente, no era demasiado frecuente.
Otra cuestión que conviene anotar es la razón por la que los cristianos fueron perseguidos. En contra de lo que la historiografía nos ha indicado tradicionalmente, sobre todo la de fuentes cristianas, la religión romana era extremadamente tolerante. A lo largo de la república, y sobre todo, del imperio, el panteón romano fue creciendo notablemente, sobre todo a medida que se iban conquistando nuevas tierras. Las legiones romanas importaban cultos de aquellos lugares que conquistaban. ¿Por qué no se iba a importar el cristianismo? ¿Por qué se iba a perseguir entonces a los cristianos? Por una sencilla razón: por el carácter excluyente y monoteista del cristianismo. Quienes abrazaban la fe en Cristo excluían a los dioses del panteón romano. Y eso sí estaba penado. De todos modos hubo épocas más tolerantes con el cristianismo y otras en las que la persecución fue espectacularmente intensa.

È la musica






È la musica, la musica che mi fa sognare

È la musica che mi fa cantare,

che mi aiuta quando sono giù di cuore

È la musica dell'anima, quella che mi piace di più

Es la música, la música que me hace soñar
Es la música que me hace cantar,

que me ayuda cuando estoy bajo de corazón
Es la música del alma, aquella que más me gusta
Andrea Mingardi





Un país que ha visto nacer a grandes compositores como Vivaldi o Albinoni, como Rossini, Puccinio Verdi, o a cantantes como Caruso, como Modugno, Celentano o Morandi, por fuerza tiene que amar la música de manera muy especial. No es exagerado decir que ésta es para los italianos tan importante como la selección de fútbol -la squadra nazionale-, como la pizza, la pasta o el café. Es por tanto una de las señas de identidad que hay que tener en cuenta cuando se quiere conocer qué piensan y sienten los italianos.
Somos muchos los que pensamos que no es casual que cuando los italianos hablan parece que cantan, que la musicalidad que imprimen a su entonación es fruto de ese amor que tienen por la música. Es probable que no haya una lengua que suene tan bien al oído como la italiana cuando se habla en la península transalpina. Si acaso puede comparársele el español que se habla en Argentina, pero claro, ahí también está la influencia de los cientos de miles de inmigrantes italianos que llegaron a lo largo del siglo XX al país andino. Fueron ellos quienes dotaron al idioma español que se habla en el cono sur americano de su musicalidad. Por eso el ‘argentino’, el ‘uruguayo’ o el ‘chileno’ suenan con esa musicalidad tan peculiar.
Amar la música transalpina no es difícil. Hay infinitas razones para hacerlo: Desde el medieval Pallestrina a los jóvenes que hoy componen y cantan, pasando por los grandes de la música barroca o el novecentismo de Verdi. Desde el inigualable napolitano Enrico Caruso –los partenopeos son a la música italiana lo que la sal es a la cocina-, hasta el imprescindible Pavarotti o el ecléctico Andrea Boccelli. Desde las rítmicas tarantellas, hasta la inoportuna banda Bassotti, aquella a la que se prohibió actuar en España por exaltar en alguna de sus canciones a la banda terrorista etarra y que más allá de sus mensajes radicales tiene alguna canción ciertamente interesante como su versión de ‘Guantanamera’. Desde los incombustibles Adriano Celentano o Gianni Morandi, hasta los ultimísimos Fabrizio Moro, Emmanuela Trane -Dolcenera- o Simone Cristicchi.
Vamos a centrarnos en los contemporáneos, los artistas de finales del siglo XX y principios del siglo XXI y nos referiremos a un evento difícilmente comparable como es el festival de Sanremo.

‘Sanremo è Sanremo’

La música italiana tiene desde el año 1951 su mejor medio de expresión en el festival de Sanremo. En sus cinco primeros años el festival que se celebra en la ciudad de San Remo (en la norteña región de Liguria, muy cerca de la frontera francesa y famosa también por la carrera ciclista de primavera Milán-San Remo también conocida como la classicissima) fue un festival más de la canción de cuantos se celebraban en muchos países. Y en la Italia della dopoguerra (de la postguerra mundial) en la que aquel otro napolitano, Renato Carosone, llevó una sonrisa a millones de italianos en unos años difíciles en los que a las penurias económicas se unió el riesgo de una dolorosísima guerra civil, era necesario una válvula de escape como ciertamente lo fue aquel Tour de Francia ganado por el ciclista Gino Bartali. Y esa válvula tenía que ser a través de la música y de un festival de la canción melódica.
Sanremo se hizo grande a partir de 1956 y es ahí donde surge una paradoja más de la sociedad y la cultura italianas. Ese año nació el festival de Eurovisión y fue entonces cuando Sanremo, que siempre se celebra a finales de febrero o a principios de marzo, se convirtió en el modo de seleccionar al artista o artistas que representarían a Italia en Eurovisión. Sanremo, que empezó a celebrarse en el casino de la ciudad ligur y que hoy está plenamente identificado con el Teatro Ariston, ya lo tenía todo para convertirse en un fenómeno mediático.
Pero apenas tardó diez años el festival italiano en romper su relación con Eurovision, el tiempo en que el grandissimo Domenico Modugno ganó Sanremo y como ganador del mismo acudió a Luxemburgo a cantar en Eurovision ¡y quedar último con cero puntos! Fue aquella una de las grandes afrentas y vergogne (vergüenzas) que ha sufrido Italia.
A partir de ahí Sanremo se creó su propia identidad al margen del todopoderoso festival de Eurovisión produciéndose la paradoja. Italia siguió mandando representantes a batirse el cobre con los demás representantes de los países de la UER (La Unión Europea de Radiodifusión), pero ya no tenían que salir necesariamente de Sanremo.
En la edición de 2008 del festival de la canción italiana, el lema utilizado por los organizadores, la RAI, es decir, la televisión pública estatal de Italia fue el de ‘perchè Sanremo è Sanremo’. Y la verdad es que no hay lema que mejor identifique a un fenómeno de masas como es aquel. Si se le pregunta a cualquier italiano qué es y qué supone su festival, probablemente responderá utilizando ese lema. Sanremo es Sanremo y basta. No hay nada que se le pueda comparar para un italiano, sea de izquierdas o de derechas, sea rico o tenga un trabajo en precario al que dedica doce horas al día y aún más, para ganar 600 euros al mes -eso ocurre por extraño que parezca en la Italia de 2008-, viva en el norte o en el sur, tan distintos unos de otros.
Durante los cinco días que dura, Sanremo prácticamente paraliza Italia. Lo retransmite en directo la RAI 1 en ‘prime time’ y la final –siempre en sábado- es todo un acontecimiento de masas. Y eso que el festival parece que está en crisis en los últimos años, que ya no es lo que era, que la competencia televisiva con la irrupción de las cadenas privadas –todas ellas del imperio Mediaset de Silvio Berlusconi- es brutal, y que las grandes figuras piensan que competir –y puede que no ganar- no es lo mejor para ellas.
En un país que en muchos aspectos parece de opereta, sería un sacrilegio que en Sanremo apareciera el ‘frikismo’ que ha invadido el festival de Eurovisión. No hay hasta ahora esperpentos en Sanremo más allá de lo que los italianos consideran políticamente correcto en algo tan serio para ellos como es la música.
Sí hay interminables debates tras cada una de las ‘serate’ (veladas) y por supuesto el domingo, el día después de la final en la que se corona al ganador, que en las últimas ediciones han sido uno en la categoría de artistas consagrados y otro en la categoría de jóvenes.
Las audiencias televisivas avalan al festival como un auténtico fenómeno de masas.

miércoles, 2 de junio de 2010

Una guía rápida de Roma






Tengo que confesar que uno de los objetivos de este blog es poner a disposición de tanta gente que me pregunta dónde comer, dónde tomar un café o un helado, o qué visitar en Roma, una guía que pretende ser cómoda. Desde hace años, es algo que siempre he contado a quien me pedía consejo ante una inminente visita a la ciudad eterna. Y como siempre lo hacía tomando un café, era habitual que las indicaciones acabaran anotadas en una servilleta de papel, los famosos pezzetini que mi amigo Gioacchino Carrara, propietario del restaurante Piatto Rico me comenta divertido que le muestran algunos de mis colegas cuando llegan al establecimiento y quieren pedir su extraordinario Risotto alla pescatora.
Un día decidí poner por escrito esas sencillas y esquemáticas indicaciones que me piden tantos amigos y conocidos cuando viajan a Roma. Y lo justo y más cómodo es ahora ponerlas en este blog para que puedan ser estudiadas por todos aquellos que lo deseen.
Son simples indicaciones, sin ninguna pretensión periodística o literaria. Muchas de ellas las desarrollaré en siguientes artículos, pero para mayor comodidad aquí las pongo para que puedan ser impresas por quien lo desee.

1. Restaurantes

- Ristorante Il Corallo. Vía del Corallo.
Magnífico restaurante situado cerca de la plaza de Navona y de la vía del Governo Vecchio. Pregunten Anna, una de las dueñas; habla español y eso hace más cómoda la estancia en Il Corallo. Si quieren pueden decirle que conocen a sus amigos los periodistas de Madrid; les tratará muy bien ya que es encantadora.
En el Corallo hacen unas buenas pizzas romanas (muy finas y crujientes) en horno de leña. Especialmente está rica la de Scamorza (un queso italiano ahumado) y cualquiera de ellas.
La pasta es especialmente buena. Es fresca y hacen una buena carbonara (que no tiene nada que ver con lo que se entiende en España por carbonara ya que no lleva nata ni bacon sino huevo y panceta. También merece la pena la pasta a la amatriciana o penne alla arrabiata (picantes). Suelen tener platos que hacen cada día y que no están a la carta. Lo mejor es consultar con Anna. Si es a principios de semana cuando van por Il Corallo, pregunten por el pescado ya que Anna suele ir a principios de semana al puerto de Fiumicino a por pescados recién capturados.
Es un restaurante al que van muchos italianos. No es caro pero en Italia hay que tener en cuenta que las bebidas alcohólicas (vino, cerveza…) encarecen la cuenta ya que están más gravadas por los impuestos que en España.

- Ristorante Piatto Rico. Vía della Pelliccia (Trastevere) Muy cerca de la plaza principal del Trastevere (el barrio más romano de Roma según presumen los trasteverinos). Esa plaza se llama Santa María in Trastevere. La vía della Pelliccia es la primera a la izquierda que sale de la vía del Moro según se sale de la plaza en dirección a la plaza de Trilusa.
Allí pregunten por Gioacchino, que es el dueño y también le pueden comentar que conocen a los periodistas de Madrid. No habla español así es que es mejor decírselo en italiano: ‘Siamo amici dei giornalisti di Madrid’. Gioacchino es muy agradable y, eso sí, muy futbolero. Es tifosso de la Roma y les preguntará por el Real Madrid, por el FC. Barcelona y por cualquier jugador de la selección española. Su mujer se llama Anna y hace unos estupendos postres caseros.
Allí hay varios platos exquisitos como el Risotto alla pescatora (una especie de paella de marisco), o Spaguetti alle vongole (con almejas), que es una delicia. Si les pregunta si lo quieren con zucchino e pachino, quiere decir que le puede poner bastoncitos de calabacín y tomates cherry.
El plato estrella es la Zuppa di pesce (sopa de pescado). Es para dos personas pero no es una sopa sino una caldereta de pescado y marisco. Se pide como plato único y es impresionante. Para otras posibilidades es mejor consultar la carta y tampoco defrauda. Como curiosidades está la pizza al pachino que suele ser calda o fredda (fría o caliente). Es una pizza más gruesa, de tipo napolitano.
Como digo, Anna hace unos postres deliciosos como el tiramisú, la panna cotta (nata cocida que es una especie de flan blanco) y otro postre espectacular que lleva canella, cioccolatto e peperoncino (canela, chocolate y guindilla).

2. Pizzerías al taglio (porciones al peso)
Los italianos tienen predilección por este tipo de comida rápida. Lo bueno que tiene para quien viaja como turista es que no se pierde el tiempo en el restaurante ya que se llega al local se elige la pizza que se desea y se le pide una porción. La pesan y cobran. Se puede comer allí mismo si se encuentra sitio.
Hay locales de este tipo que son auténticas delicattessen. Recomendamos dos pero en cualquier parte de Roma hay locales de este tipo. Lo ideal es asomarse y ver si tienen variedad.
- El primero está junto a la piazza Torre Argentina, frente a las ruinas arqueológicas. Por cierto, si se asoman a estas ruinas verán que allí se encontraba el Senado de la República, donde asesinaron a Julio César entre otros su hijo adoptivo, Bruto. Esta al inicio de la Vía delle Botteghe Oscure. Hay un cartel que pone ‘Pizza’ que se ve incluso desde el otro extremo de la plaza, desde la librería Feltrinelli. Espectacular es la pizza de crema de alcachofa, panceta y queso, o la de pimiento. Tampoco defrauda la de tomate con picante.
- El segundo está muy cerca, en la Vía Arenula, que es la calle por la que va el tranvía que sale de Torre Argentina. Si se va andando desde Torre Argentina por Vía Arenula está pasando un jardín a la derecha. Es un local que parece un poco cutre, muy oscuro si se va de noche. Pero el tipo es campeón del mundo de pizzaiolos y tiene algunas pizzas muy originales como la de patata o la de crema de alcachogas que están muy buenas.


3. Cafeterías.
La del café es toda una cultura en Italia. El secreto de las cafeterías es tomar el café como lo hacen los italianos, en la barra. Entonces es mucho más barato que en España. El precio normal por un café solo es de entre 75 y 85 céntimos a precios de 2010. Se pide simplemente ‘Caffè’ y ellos ponen un café solo muy cortito. El capuccino no tiene nata como erróneamente creemos los españoles. Es algo más caro y tiene espuma de leche. Si se quiere un café cortado hay que pedirlo ‘caffé Macchiatto (makiato). En Roma es muy típico pedirlo al vetro, es decir, en vaso y no en taza. El caffè latte es un vaso de leche manchado con café, y allí no existe el café con hielo como en España. Se pide un caffè freddo (frío) que ellos mismos hacen y azucaran antes de meterlo en una botella en el frigorífico. Si cualquier café se quiere descafeinado no hay más que pedirlo deccaffeinatto, aunque muchos romanos lo acortan diciendo ‘decca’. Así, se puede pedir un caffè deccaffeinatto, o un capuccino deccaffeinato…
- La mejor y más típica cafetería romana es Sant Eustachio, en la plaza del mismo nombre, en pleno centro. Tienen café propio y es exquisito. Lo tuestan a diario con leña.
- La otra cafetería de mayor prestigio es la ‘Casa del Caffé’; está junto al Pantheon. Tienen tueste propio que lo hacen allí mismo y se puede ver.
- Otra cafetería que merece la pena, sobre todo porque también es pastelería y tiene unos pasteles riquísimos es ‘Cafffè Camerino’ (con tres efes). Está junto a la parada del Tranvía de Torre Argentina, en la entrada de Vía Arenula.
- En cualquier sitio el café está bueno, de hecho nosotros ya ni miramos. Simplemente nos metemos en una cafetería cuando nos apetece tomar un buen café y casi siempre acertamos. El precio se encarece mucho si uno se sienta en una mesa o en un velador en la calle, sobre todo si están próximos los lugares más turísticos.

4. Heladerías
En Italia el helado es todo un mundo por descubrir y lo mejor, quizá, es zambullirse en él y disfrutar de los clásicos sabores pero también de los más innovadores y chocantes.
Roma tiene muy buenas gelaterie, y, como botón de muestra de la importancia que tiene esta actividad artesanal es que tienen un capítulo importante en la guía del Gambero Rosso, la guía Michelín italiana de la hostelería. Lo mejor es buscar las heladerías artesanales y prescindir de las industriales. Muchas veces es la experiencia la que permite distinguirlas pero siempre ayuda el ver que en las artesanales suele haber muchos clientes italianos. En cuanto a los sabores me permito sugerir uno que por lo distinto que es el nombre en italiano lo hace poco reconocible. Es el gelato di liquirizia, es decir, de regaliz. Otro sabor que es exquisito es el de amaretto (almendras amargas) y con un sabor parecido al del famoso licor Amaretto di Saronno. Si se quiere un simple helado de nata, hay que pedirlo como fiordilatte, porque si se pide panna te ponen encima de la bola de helado un chorro de nata montada.
Otro helado que trabajan mucho es el de limoncello, es decir, del licor que se hace en el sur de Italia, pero en las heladerías artesanales se pueden encontrar helados muy originales. Yo he probado uno en una heladería de Vía Aurelia, un barrio un tanto apartado del centro, la Cremeria Aurelia, un helado de Lavanda, y en el EUR, un barrio al sur construido en la época de Mussolini y que es como los Nuevos Ministerios de Madrid pero a lo grande, hay incluso helados salados aparte de unas colas impresionantes para comprarlos.
- Heladerías Blue Ice. Hay dos en la Via dei Baullari, una calle que une el Corso Vittorio Emanuelle con el Campo dei Fiori, que por cierto es visita obligada para pasear por ese barrio. Está muy cerca de Piazza Navona
- Heladerías de la Vía di Tor Millina, una calle que sale hacia el río Tíber desde la piazza Navona y por la que se puede también ir a la Vía del Corallo, es decir al ristorante Il Corallo. Según se sale de la piazza Navona por la Tor Millina, a la derecha hay dos heladerías. Miren en el interior los sabores y decidirse por la que más guste.
- En la misma piazza Navona se puede tomar, en una cafetería justo al lado opuesto de la Tor Millina, el famoso Tartufo, un helado de chocolate puro que para mi gusto es un poco empalagoso.
- Gelateria della Palma. Vía della Maddalena. Muy cerca del Pantheón. Allí se pueden encontrar decenas y decenas de sabores. Sólo relacionados con el chocolate llegué a contar 16 sabores diferentes, desde chocolate a la menta, a la naranja, al pepperoncino, al coco, al amaretto, nutella (Nocilla), etc…
- La grattachecca (se pronuncia gratakeka). Es muy típico de Roma pero tengo que confesar que sólo lo he visto en un quiosco que hay junto al Vaticano en la Vía di Porta Cavalleggeri, a la salida del túnel Amedeo Savoia Aosta. En los alrededores del Vaticano hay varios sitios donde la preparan. Se trata de hielo picado con rascador y con sirope y fruta fresca dentro.

5. Visitas
Roma tiene innumerables atractivos pero quizá lo mejor de todo es pasear por la ciudad, descubrir rincones en los que puede aparecer una columna, un resto de escultura, unas ruinas de la época imperial e incluso republicana, es decir, con más de 2.000 años de historia.
Roma es un viaje por el tiempo; hay muchas Romas en Roma que se van superponiendo. Existe una Roma clásica, la de la República y el Imperio cuando era Caput Mundi, es decir, la capital del mundo. Esa Roma es la de los Foros Imperiales y la de Foros de Trajano, de Augusto, de César, de Nerva; la del Coliseo (Colosseo para los italianos), la Roma de las Termas de Caracalla, de la muralla aureliana, la del Palatino (residencias de los Césares) y tantos otros monumentos.
La visita a los Foros Imperiales es gratuita. Mi consejo es entrar a ellos desde el Capitolio, sede del Ayuntamiento de Roma, subiendo hacia la iglesia de Santa María in Aracoeli. Por detrás de la plaza diseñada por Miguel Ángel, donde está el Ayuntamiento y los museos capitolinos, que es lo mejor en cuanto a arte romano que hay en Roma, hay unas excepcionales vistas de los foros imperiales.
En cambio, para ver el interior del Colosseo hay que pagar entrada, lo que da derecho a entrar en el Palatino. También para la visita a las Termas de Caracalla hay que sacar entrada.
Si se va con tiempo y se quiere dar un bonito paseo, es conveniente ir a la Vía Appia Antica. Ojo, son 13 kilómetros y hay algunos tramos, sobre todo al principio, que no merecen la pena. Se trata de una auténtica calzada romana con tramos en excelente estado de conservación. La particularidad es que es un paseo muy agradable puesto que entre pinos y cipreses hay infinidad de sepulturas de la época imperial, desde algunas pequeñas hasta auténticos mausoleos como el de Cecilia Mettella. Si se quieren ver las catacumbas (San Sebastiano, Domitila, etc) también hay que ir a la Vía Appia.
Para ir hasta allí lo mejor es coger el metro y llegar hasta la estación Pirámide. A la salida del metro hay varias paradas de autobuses urbanos; allí hay que tomar el autobús 118. Al pasar por la Porta de San Sebastiano, una de las puertas de entrada a la Roma Imperial con la muralla aureliana a los lados, se entra en la Via Appia. Al conductor se le puede decir: 'Potrebbe fermare alla fermata piu prossima a la tomba di Cecilia Metella?' (se pronuncia Chechilia Metela). Es la última parada antes de que deje la Via Appia ya que a partir de ahí empiezan los tramos más antiguos, que lógicamente son peatonales.
- Hemos hablado de Piramide, que está en piazzale Ostiense. Se llama así porque ahí está la Pirámide de Cayo Cestio. Si se da la vuelta se puede entrar a ver un cementerio muy curioso, el no católico, donde están enterrados protestantes, judíos, etc. Es muy bonito y de estilo romántico.
- Se dice que hay muchas Romas en Roma. En piazzale Ostiense está escrita parte de la historia de la Roma de la segunda guerra mundial. Allí hubo el primer combate de la Resistencia contra la ocupación nazi. Y por allí entraron los tanques americanos para liberar Roma. Siempre hay alguna corona de laurel que lo recuerda al lado de la muralla. Por cierto, los tanques entraron por la Via Appia.

- La Roma cristiana
Epicentro de la cristiandad, en Roma están las mejores iglesias del mundo. Es evidente que hay que visitar la basílica de San Pietro in Vaticano, como la llaman los italianos. Una visita a Roma sin pasar por los museos Vaticanos para ver la capilla Sixtina y las estancias de Rafael sería imperdonable. El problema es que hay larguísimas colas por lo que hay dos consejos. Uno, sacar la entrada por Internet o si se va en viaje organizado, elegir la excursión optativa que se ofrece para ver los museos. El otro consejo es madrugar, llegar a los museos, situados entre las paradas de metro de Ottaviano y Cipro, y sacar allí la entrada. Una buena hora es estar allí a las ocho u ocho y media de la mañana.
Por cierto, en cuanto a las horas hay que tener en cuenta que aunque en Italia y en España tenemos la misma hora, allí amanece y anochece una hora antes que en España.
Las otras basílicas que hay que visitar en los años de jubileo para ganar las indulgencias son igualmente impresionantes. Se trata de Santa María Maggiore, San Giovanni in Laterano y San Paolo fuori le mura. Santa María y San Giovanni están relativamente en el centro. En cambio San Paolo está muy lejos. Si no se va con mucho tiempo recomiendo visitar Santa María y San Giovanni.
Entre el Colosseo y San Giovanni, en el monte Celio, una de las siete colinas de Roma, hay dos iglesias que hay que buscar y visitar por su belleza. Se trata de San Clemente y de Santo Stefano Rotondo. También se puede visitar la Basilica dei Santi Quattro Coronati. Las tres son un ejemplo de la Roma medieval, que no es poco teniendo en cuenta que Roma es, sobre todo, Renacentista y Barroca.
De todos modos, cualquier iglesia que se visite sorprende, por pequeña que sea. Siempre recomiendo una por ser muy curiosa. Es la de los Capuchinos, en la Via Vittorio Veneto, muy cerca de la parada de metro de Barberini. La cripta de los capuchinos está construida con los esqueletos de miles y miles de frailes. Es sobrecogedor ver que los elementos decorativos son calaveras, tibias, fémures, etc. Por cierto, que la Via Vittorio Veneto, que está muy cerca de la fontana de Trevi, es el corazón de la llamada Dolce Vita.

- La Roma de las plazas y de las fuentes
Un buen paseo por plazas y fontanas de Roma merece la pena. Desde la plaza Venezia, que es como la madrileña Puerta del Sol de Roma, es fácil y cómodo llegar a la Fontana de Trevi, a la piazza Navona para ver la fontana de los Cuatro Ríos, la de Neptuno y la del Tritón, pero también a la piazza Colonna, donde está la Columna de Marco Aurelio y la sede de la presidencia del gobierno italiano. También se puede llegar desde allí a la piazza Spagna, llamada así porque está la embajada española ante la Santa Sede. Allí se puede contemplar la escalinata de la Trinitá al monti, frente a la que está la Via Condotti, la calle de las firmas más exclusivas. En piazza Spagna está la barcaccia, la fuente hecha por Bernini que representa una barca hundida. También utilizando la Via del Corso como eje principal, se llega a la piazza del Popolo, auténtico teatro barroco en piedra. Todo ello forma parte de la Roma más barroca. El paseo merece la pena.

- La Roma más romana
Un paseo por el Trastevere también es prácticamente obligatorio, lo mismo que muy recomendable es pasear por otros barrios que guardan la esencia de Roma como el Campo Marzio, que es el barrio medieval que va desde la piazza Navona al río en paralelo al Corso Vittorio Emanuele, y el Campo dei Fiori.

martes, 1 de junio de 2010

El palacio Grazioli


No son muchos los turistas que al visitar Roma reconozcan el palacio Grazioli. En la città hay multitud de palacios que fueron edificados por las principales familias romanas, las más próximas al papado en los siglos XVII y XVIII en la época de esplendor de la Roma barroca. Pero el Grazioli tiene algo de especial.
Situado en pleno centro de Roma pasa en general desapercibido a no ser por la cantidad de carabinieri que lo protegen, que lo rodean por completo, armados con subfusiles. Vamos a acercanos al palacio Grazioli para comprender mejor qué representa.
El inmueble está en la vía del Plebiscito, junto a la plaza Venecia, que es la Puerta del Sol, el kilómetro cero de Roma. A Piazza Venezia la identifica el enorme y anacrónico monumento a la patria, el Vittoriano, al que los romanos lo identifican como una tarta nupcial o una máquina de escribir, y el palazzo Venezzia, desde cuyo balconcillo que da a la plaza, Benito Mussolini daba sus discursos y declaró la guerra a los aliados ante una enfervorecida multitud. Era la entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial que tan penosas consecuencias produjo en el país transalpino. También en el palacio, que fue la primera gran edificación del Renacimiento romano, se reunió el Gran Consejo Fascista bajo la presidencia de Mussolini en julio de 1943 y se le derogaron sus poderes al Duce ante la invasión angloamericana de Sicilia y los bombardeos americanos de Roma.
Miren de frente al balcón y la calle que sale a la derecha rodeando el palacio es la vía del Plebiscito. Si avanzan un poco más verán otro palacio, prácticamente frente a la puerta principal del Venecia, en cuya entrada hay siempre un nutrido grupo de carabinieri. Ese es el palacio Grazioli.
Se trata de la residencia privada del actual presidente del Consiglio (presidente del Consejo de Ministros y por tanto primer ministro italiano), Silvio Berlusconi, del cual hablaré largo y tendido en próximos artículos. Baste decir que Berlusconi es una peligrosa mezcla italiana de los españoles Jesús Gil y José María Ruiz-Mateos, convenientemente aderezada por los avatares de la política italiana y que se ha convertido hoy en día en un trasunto entre un bufón y una mala película de terror.
La particularidad de la vida política italiana ha convertido a esta residencia privada de Berlusconi en una de las sedes del palacio presidencial del Consejo de Ministros. Por tanto, tiene su gracia -si no fuera un asunto tan serio- el que el primer ministro haya convertido su casa en el centro donde se toman importantes decisiones que afectan a un país y a la política internacional, y más teniendo en cuenta que el palacio que la República tiene destinado al primer ministro, el Chigi, está a solo unos metros del Grazioli.
Pero el palacio de la vía del Plebiscito es mucho más que eso. Berlusconi es un político atípico. Frecuentemente vemos como los intereses del Estado pasan por sus propios intereses. No es extraño por tanto que si a Berlusconi le interesa reunir a sus ministros en su casa romana lo haga, y más aún, si le interesa hacerlo en su villa milanesa de Arcore, fije esa teórica capitalidad del Estado -como sede puntual del Consejo de Ministros-, en la ciudad lombarda para general mosqueo de los romanos.
Porque con la llegada de Berlusconi al poder, fueron muchas las ocasiones en las que el Consejo de Ministros se trasladó a Milán y eso no sentó demasiado bien en Roma por la rivalidad existente entre ambas ciudades. Piensen por unos momentos que en España tuviéramos un presidente catalán y frecuentemente se llevara a Barcelona las reuniones del Consejo.
Berlusconi no es un tipo que caiga demasiado bien en Roma. De hecho, se puede considerar que los romanos son de izquierdas a pesar de la victoria en las últimas elecciones municipales del candidato de derechas, Gianni Alemanno, fruto del espectacular hastío de la izquierda italiana. En realidad, Berlusconi sustenta su poder en el apoyo que suele recibir del norte italiano y de la Italia profunda, la Italia más rural, entre otras muchas complejidades políticas.
Por eso, cuando Berlusconi se lleva las reuniones con sus ministros a la Villa di Arcore, que también tiene una historia muy peculiar y truculenta sobre cómo fue comprada por Berlusconi a un precio irrisorio, los romanos se cabrean. Y causa perplejidad cuando lo hace en su residencia romana particular.
Cuenta el magnífico Enric González, quien durante varios años fue corresponsal de El País en la capital italiana, que cuando el centro izquierda ganó las elecciones políticas de 2006 y Romano Prodi fue elegido presidente de Consiglio, y por tanto ocupó el palacio Chigi, il povero Silvio mandó construir una réplica de la sala del Consejo en una estancia del palacio Grazioli por aquello de superar la nostalgia del poder. Lo cuenta en su magnífico libro 'Historias de Roma'; no dejen de leerlo.
Recuerdo que en aquellas elecciones de abril de 2006 -a las que también dedicaré un artículo-, cuando conocieron la victoria in extremis de la coalición de centro izquierda, decenas de romanos se fueron de la plaza Santi Apostoli, donde se encontraba la sede de la coalición, a la vía del Plebiscito, a apenas un centenar de metros. Frente al palacio Grazioli, donde en aquellos momentos se encontraba mascando su derrota il povero Silvio, fueron muchos los que gritaron una simple frase: '¡A casa!'. Hubo también quienes pronunciaron uno de los peores insultos italianos: 'Pezzo di merda' (trozo de mierda). Pero lo que más me llamó la atención fue cuando llegaron cuatro jóvenes en un pequeño utilitario que detuvieron a diez metros del palacio para celebrar la victoria de la coalición y la derrota de Berlusconi. Bajaron del coche y entonces sonó a tope una canción en el equipo de música del vehículo. Era 'Nel blu dipinto di blu', de Doménico Modugno, más conocida en España por su estribillo de 'Volare'. Se limitaron a bailar aquella canción -eran entonces las tres de la madrugada- y se marcharon como habían llegado.
Del palacio Grazioli también se sabe que además de algunas reuniones del Consejo de Ministros, hubo otros encuentros, éstos más escandalosos. Se trata de las fiestas con escorts (eufemismo y extranjerismo para referirse a prostitutas de lujo) y con jovencitas aspirantes a velinas (presentadoras y azafatas en las muchas televisiones de Berlusconi.
En la capital de España las residencias del poder son centrífugas. Piensen donde se encontraba el palacio de Franco (El Pardo) o el palacio de la Zarzuela, residencia de los Reyes, o el palacio de la Moncloa. Eso no es algo muy habitual en otros países.
Pero es que en Roma, las estancias del poder son extremadamente centrípetas. El palacio del Quirinale, sede de la presidencia de la República y jefatura del Estado; el Parlamento, el Senado de la República y el palacio Chigi, sede de la presidencia del Consejo de Ministros se encuentran múy próximos unos de otros, tanto que se puede hacer un recorrido a pie pasando por todos ellos que no dura más de veinte minutos.
Si lo hacen, -ese recorrido por las estancias del poder italiano en Roma- no dejen de pasar por delante del palacio Grazioli. Por cierto; los servicios de seguridad le han recomendado no hace mucho a Berlusconi que utilice más el palacio Chigi y que prescinda de vivir en el Grazioli para garantizar mucho mejor su protección. De todos modos la omnipresente presencia de los carabinieri sigue indicándonos que el Grazioli es una de las estancia del poder en Roma.